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UN MONSTRUO VIENE A VERME

Título original: A monster calls (Un monstruo viene a verme)

Año: 2016

Duración: 108 min.

País:  España

Director: Juan Antonio Bayona

Guión: basada en la novela de Patrick Ness

Música: Fernando Velázquez

Fotografía: Óscar Faura

Interpretes: Lewis Macdougall, Sigourney Weaver, Felicity Jones, Liam Neeson, Toby Kebbell, Geraldine Chaplin, James Melvilee, Garry Marriott, Joe Curtis, Kai Arnthal, Max Gabbay.


Sinopsis: Un drama familiar narrado en clave de realidad y fantasía, un niño de 12 años que tiene que enfrentarse a la enfermedad de su madre, a la separación de sus padres y a la convivencia con una abuela que nos presentan como una mujer fría y calculadora. Un niño, al fin y al cabo, que es consciente de todo el dolor y busca casi sin saberlo una forma de afrontarlo.

Comentario realizado por Rosario Castaño

Salí del cine con los ecos de la banda sonora, luego he sabido que una de las canciones más conmovedoras es “Tear up this town” del grupo Keane, una maravilla. Hay que reconocer que Bayona agarra el libro infantil de Patrik Ness y construye un guión fantástico para contar una realidad dramática y una relación ente madre e hijo que puede ser muy interesante para los psicoterapeutas.

Al director parece que le interesa contar historias dramáticas en un contexto de relaciones familiares, como en sus anteriores películas El orfanato y Lo imposible. En esta hay una necesidad imperiosa de afrontar la enfermedad de una madre cuando uno tiene 12 años y ni es niño ni es adulto, una necesidad de la que Bayona parte para crear un monstruo bueno, un amigo que aunque asusta, también enternece, calma, sostiene, ayuda a seguir adelante, a mirar de frente el dolor y el sufrimiento de la madre y también el propio, había momentos en que yo pensaba: el monstruo es como el psicoterapeuta, que puede llegar a asustar pero siempre ayuda al paciente a enfrentarse a un dolor o un sufrimiento del que le gustaría escapar.

Tanto el monstruo en la película como el psicoterapeuta en la vida real, buscan la manera de afrontar la verdad, el niño le pide al monstruo que le ayude para que su mamá no muera y el monstruo lo que hace es ayudarle a madurar diciéndole la verdad, no escondiendo la realidad, y lo hace en un tono y de tal manera que le acaba ayudando aunque el niño se resista a aceptar esa situación. Estoy pensando en la “paradoja de la aceptación” que describen Safran y Muran (2005): el paciente llega a la terapia con el deseo de ser diferente, con el deseo y la necesidad de cambios sin embargo, no acaba de entender que ese cambio reside más en un acto de rendición que en los esfuerzos de auto-manipulación para engañarse a si mismo, una tarea difícil –para paciente y terapeuta- como lo es esta película en palabras del director.

Aceptar la realidad, el propio dolor supone todo un proceso lleno de momentos y tareas en los duelos, como escribe Tizón ((2007): un primer impacto, una crisis que exige aceptar la realidad de la pérdida, un segundo momento de aflicción y turbulencia afectiva que supone soportar y trabajar las emociones, un tercer momento de pena y desesperanza reversibles que requiere una readaptación del medio con ausencia del objeto, y un cuarto momento de recuperación que nos lleva a una nueva reubicación, a olvidar recordando.

Todos los que la han visto dicen que conmueve hasta las lagrimas, y eso es verdad, aunque yo creo que hay excesos, tanto melodramáticos como de exposición narrativa, que me alejan de la historia, es como si Bayona se centrase en los efectos especiales y en el monstruo para proteger al espectador de las intensas emociones del protagonista, pero tal vez ese es el mecanismo de la cura, la relación entre dos en la que uno de ellos -en este caso el monstruo- se ve muy fuerte y decidido a seguir adelante y un niño frágil, lleno de confusión y miedo que necesita ver en el otro decisión y seguridad.

Se puede decir que es una película fantástica que se basa en la estructura del cuento clásico a todos los niveles, el monstruo promete contar unas historias, y lo hace en determinados momentos, empleando un tono especial, cercano, creíble, y además no se dedica a esconder la realidad, algo que ahora mismo se está perdiendo, ya que se buscan cuentos fáciles, donde solo prima la felicidad y el bienestar personal, metiendo a los niños en una burbuja aislada de una gran parte de emociones necesarias para la vida.

Referencias:

Safran, J. D; Muran, J.C.(2005). La alianza terapéutica, una guía para el tratamiento relacional. Bilbao: Desclée.

Tizón, J.L. (2007). Psicoanálisis, procesos de duelo y psicosis.  Barcelona: Herder.

 

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