D. W. Winnicott

Aportaciones sobre la contribuciones de Donald W. Winnicott y comentarios de algunos de sus trabajos

(Una sección coordinada por Mario Nervi)

 

Presentación de la sección
Iniciamos un recorrido acerca de las reflexiones que generan las lecturas de Winnicott en el seminario de Clínica Relacional en Madrid (Ágora Relacional, 2006-2008).
Estos comentarios o reflexiones acerca de las lecturas no fueron escritos en principio para ser publicados, pero eso es precisamente lo que les hace especiales y si cabe más genuin0s.
A través de este lugar común, buscamos generar un espacio que sirva de transito entre el pensamiento de Winnicott y las reflexiones que genera. El mejor homenaje que se puede hacer a Winnicott no es saberlo sino pensarlo y tal vez, porque no, sentirlo.
Mario Nervi Vidal
 
 “La capacidad para estar solo (1958)”, “La distorsión del yo en términos de self verdadero y falso (1960)” y “La dependencia en el cuidado del infante y del niño, y en el encuadre psicoanalítico (1963)”.

Comentario a cargo de Sandra Toribio Caballero

Del primero de los tres artículos, “La capacidad para estar solo”, destacaría la manera tan clara en la que Winnicott explica a qué se refiere: la capacidad para estar sólo mientras alguien está presente. En la infancia y en la niñez, hablaríamos de la capacidad de estar sólo en presencia de la madre; y en la clínica, sería la capacidad que tiene el paciente de estar sólo en presencia del analista. Winnicott dice que, en la clínica, esto puede aparecer como “una fase de silencio, o una sesión en silencio”. Añade: “este silencio, lejos de poner de manifiesto resistencia, es un logro del paciente”.
Esto me recuerda a lo que comentamos en clase la semana pasada sobre el silencio y lo mucho que, en general, nos incomoda, y como puede llegar a hacerse insoportable. Me pregunto si realmente pueda existir una “sesión en silencio”; a mí, la verdad, se me hace difícil de imaginar. Quizás, como pacientes, sintamos que tenemos que darle algo a nuestro analista, no tanto porque él lo necesite, sino porque sentimos que estamos ahí para hablar, para compartir con él lo que nos pasa y que así sepa más de nosotros y pueda entendernos y ayudarnos mejor; esto unido a la sensación de que, permaneciendo en silencio, estamos “perdiendo el tiempo”. (Releyendo lo que acabo de escribir, tengo la sensación de que sólo estaba hablando de mí misma). Sí que puedo imaginarme, sin embargo, el silencio compartido con un amigo, con la familia o con la pareja (cómo señala Winnicott en el apartado “Después de la cópula”). También me viene a la cabeza la típica imagen de compartir ascensor con un desconocido, y lo largo que se hace el llegar a nuestro piso.
El segundo de los artículos, “La distorsión del yo en términos de self verdadero y self falso”, me queda, al terminar de leerlo, una duda: ¿A qué se refiere Winnicott con “suicidio”?. Me da la sensación de que utiliza el término en un sentido más amplio que el de quitarse la vida. Por ejemplo, cuando Winnicott se sirve del ejemplo clínico, dice: “el self falso tiene como interés principal la búsqueda de condiciones que le posibilitan al self verdadero hacer valer sus méritos. Cuando esas condiciones no pueden encontrarse, hay que organizar una nueva defensa contra la explotación del self verdadero y, si hay duda, el resultado clínico es el suicidio”. Añade Winnicott: “Cuando el suicidio es la única defensa que queda contra la traición al self verdadero, al self falso le toca organizar el suicidio”. Sería como decir: “Ya que no puedo salvarme, me mato antes de que me maten”. (No entiendo demasiado bien esta parte).
Me parece muy interesante “La parte de la madre”, mediante la cual Winnicott habla de la “madre suficientemente buena” en la organización del self verdadero y del self falso. Winnicott explica que, al tener el niño un gesto espontáneo con la madre (self verdadero del niño), será crucial en la formación y organización de su self la manera en la que responda la madre a este gesto espontáneo. Digamos que, cuando se ha formado un self falso, sería en parte porque ha sido el niño el que ha tenido que adaptarse al medio (a la madre), en vez de ser ésta la que se adapte a las necesidades del niño. El self falso aparecería como defensa.
De este artículo me parece también muy interesante la recomendación que hace Winnicott respecto a que “pacientes que son en lo esencial personalidades falsas no sean derivados para su análisis a estudiantes de psicoanálisis en formación”, y cómo explica que, al principio, “el analista sólo puede hablarle sobre el self verdadero al self falso del paciente”. Tengo curiosidad por saber cómo se hace con estos pacientes en la consulta.
Del último de los artículos que hemos leído, “La dependencia en el cuidado del infante y del niño, y en el encuadre psicoanalítico”, lo que más me ha gustado es la manera en la que Winnicott explica a partir de un caso clínico diferentes conceptos, y utiliza el de “analista suficientemente bueno”.
 
“La capacidad para estar solo (1958)” y “La distorsión del yo en términos de self verdadero y falso (1960)”.

Comentario a cargo de Susana Ávila

En el primero de los artículos – ‘La capacidad para estar a solas’ – he descubierto a un Winnicott muy cercano, muy sencillo, que trata temas centrales para el desarrollo de la personalidad. Se refiere a la aptitud para estar a solas como un elemento a desarrollar muy importante para el paciente, necesario para poder descubrir su propia vida personal.
Conseguimos esta capacidad mediante diversas experiencias, sobre todo la de haber podido estar solo en la presencia de la madre. Esto conduciría a la introyección de la madre (el objeto bueno), lo que nos permitiría poder estar solos sin buscar el apoyo de la madre. Creo que este concepto es clave para cualquiera de nosotros. Únicamente si nos desarrollamos en un entorno seguro, que podamos explorar sabiendo que en caso de necesidad tendremos el apoyo necesario, nos haremos con la capacidad para enfrentarnos a los retos del crecimiento de forma saludable, sin buscar ansiosamente un objeto seguro en el que apoyarnos.
Winnicott considera que esta aptitud se puede observar en la relación terapéutica, cuando el paciente puede estar en silencio en presencia del terapeuta. Inevitablemente me hago una pregunta - ¿qué ocurre en las relaciones de pareja? Cuando hay verdadera intimidad en una relación sana, podemos estar en silencio con nuestra pareja, tal como una amiga mía decía – “es como estar sola pero con él”. ¿Significa esto que nuestra pareja sustituiría a la madre introyectada en el papel del objeto bueno?
El segundo artículo – ‘La distorsión del yo en términos del self verdadero y falso’ me ha resultado bastante más complicado. Según he entendido, el ser falso tiene una función defensiva, que consiste en proteger (ocultándolo) al ser verdadero. El ser falso logra abrirse camino, hasta el punto de que otras personas lo consideran la persona real. Se corresponde con el guardar las apariencias típico del vivir en sociedad. No comprendo bien a lo que se refiere con la sumisión o acatamiento del gesto de la madre, como primera fase del ser falso.

En cambio, el ser verdadero se manifiesta en el gesto espontáneo y la idea personal. Es primario, mientras que el ser falso es reactivo a los estímulos externos. Los individuos regidos por un ser falso necesitan ser atacados por la realidad externa para poder llenar su vida con las reacciones ante tales ataques.

 

“La capacidad para estar solo (1958)”.  

Comentario a cargo de Milton Miranda

El titulo me hace recordar a la capacidad de amar de E, Fromm o la capacidad de dar de M. Klein, creo que Winnicott no se aleja demasiado de ellos al señalar este tema como una capacidad a conseguir. La base de ello es lo que denomina “relación del ego” que entendiéndola representa una cualidad relacional de la díada madre-bebé en la que la madre ha respondido adecuadamente a las necesidades de su bebé, de manera que este es capaz de sentirse solo. Hace varias explicaciones de esto, pero a mi entender se basa en la interacción de esta relación, donde la madre más capacitada para manejar el mundo real y compenetrada con las sensaciones de su hijo, le da respuesta a sus necesidades biológicas, afectivas, etc., dándole muestras de un mundo seguro y leal. Se convierte en un yo auxiliar que favorece la integración del yo del niño. A partir de esto él podrá constituirse como persona, y como dice Winnicott la satisfacción repetida de los impulsos del id en este marco, fortalecerá el yo, pues tendrá la experiencia de sentirse real, de descubrir su propia vida personal. De manera que será menos reactivo al entorno y poder contemplar su mundo interior.
Sobre el “orgasmo del ego”, no comprendo claramente la idea, pero a mi entender se refiere a la experiencia instintiva (impulsos del id) dentro del marco del ego. Es decir una satisfacción, una descarga sublimada, que se diferencia de aquella que rebasa los límites del ego y tienen una implicación física como el ejemplo de los juegos infantiles.
Winnicott no se centra en la psicopatología sino en el desarrollo sano y saludable del infante, y sobre este tema en particular destacó su relevancia en cuanto a las vicisitudes de un proceso terapéutico y de la transferencia.
 

 “La dependencia en el cuidado del infante y del niño, en el encuadre psicoanalítico (1963)”.

Comentario a cargo de Alicia Conde

Tras leer este texto centraré mi comentario, en primer lugar, en uno de los puntos que más me ha llamado la atención. Se trata del caso clínico que expone Winnicott. La paciente con tendencias suicidas empieza su desarrollo hacia la dependencia.
Ella siente que Winnicott deja que las cosas se vayan produciendo y además, siempre está ahí, con ganas de ver lo que trae en cada sesión. Aquí se ve cómo la paciente por primera vez se siente reconocida, hay alguien al otro lado capaz de verla y de entenderla.
Se puede observar en ese caso la importancia que tienen para un paciente el ser entendido, el saber que alguien está ahí para ayudarlo. Por otro lado nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su lugar. Y ser capaces de entenderlos. Muchas veces, el simple hecho de sentirnos al otro lado escuchándoles, les ofrece un nuevo vínculo que no han tenido hasta ahora y que necesitan.
En cuanto al tema de la ausencia del analista por vacaciones me recordó también a lao que hablamos en alguna clase sobre ciertos pacientes que acuden en busca de terapia justo antes de la temporada vacacional. Pacientes resistentes que realmente dan el primer paso, pero se retiran pronto, no están decididos a afrontar una terapia.
No es el caso del ejemplo expuesto por Winnicott. Ya que las circunstancias hicieron que él tuviera que viajar. Pero fue capaz de ver la dependencia de ella e interpretarla a tiempo, aunque el resultado, como el mismo reconoce al final del texto se vería a su vuelta.¿ Le habría sido suficiente con la sesiones anteriores al viaje para calmar esas tendencias suicidas?.
Parece verse que la paciente empieza a sentirse reconocida y establece un buen vínculo con Winnicott, pero no sabemos si el viaje de éste fue vivido como otro abandono, como una falla o pudo ser afrontado. En cualquier caso, me parece interesante el rápido desempeño por parte Winnicott al darse cuenta a tiempo de la fuerte necesidad de dependencia de la paciente, que probablemente habría sufrido en su infancia varios abandonos antes de ser capaz de construir su propio self independiente.
Con este caso, Winnicott nos muestra la importancia de la madre suficientemente buena, de la importancia de esas fallas ambientales que a lo largo de la vida aparecerán en forma de patología.
Otro punto que me ha llamado la atención es el caso del niño que ante el nacimiento de su nuevo hermano empieza a comportarse de una forma más infantil. Sus padres le consienten durante años y llegado a la edad de ocho años empiezan a dejar de consentirlo. Parece que es justo en este momento cuando el niño es capaz de afrontar la frustración y sus padres han sido capaces de verlo.
En resumen, parece importante saber detectar la dependencia que aparece en la transferencia y que debe ser reconocida a tiempo para permitir que el paciente se sienta reconocido y empiece a establecerse un fuerte vínculo que le llevará a reconocer un ambiente sin abandonos y sostenedor.
 
 
“La Dependencia en el cuidado del infante y del niño en el encuadre psicoanalítico (1963)”.

Comentario a cargo de Carmen Nicolás

Siempre he percibido que existe una similitud entre el cuidado de la madre a su bebé y la actitud cuidadosa del analista con su paciente, en el sentido de ir intuyendo cuales son sus necesidades, aunque las provean de formas muy diferentes, para eliminar la tensión que éstas les producen.
Ambos, el bebé y el paciente tienen un yo vulnerable, se encuentran en una situación de dependencia y necesitan dotar de significado a lo que les ocurre para entenderlo y poder así hacerlo suyo y manejarlo. Se podría establecer un símil entre “madre suficientemente buena” y “analista suficientemente bueno”.
Esta provisión ambiental, en el bebé facilita su desarrollo madurativo y en la terapia es en sí misma una experiencia correctiva que permite al paciente desarrollar en la transferencia de aspectos del self que son necesarios para continuar con su desarrollo. Pero puesto que esta provisión especializada no es suficiente, ya que como dice Nemirovsky “puede recrear un vinculo pero no reemplazar aquello que no fue”, y el paciente va a buscar las fallas del analista para en la transferencia reproducir las faltas tempranas de provisión ambiental básicas, surge un interrogante: ¿cuando y como escoger el momento oportuno para interpretar adecuadamente y no fallar al paciente prematuramente?
¿En qué momento un paciente es capaz de encarar las experiencias emocionales que puede producir una interpretación?
Algunos analistas son favorables a interpretar cuando hay material para hacerlo sin tener en cuenta otros aspectos, otros como Winnicott a acumular y esperar el momento oportuno.
En el caso que plantea en la conferencia duda sobre que su viaje de un mes hubiera supuesto para su paciente una falla más a añadir a las de su infancia. A este respecto también cito a Nemirovsky: “hoy por hoy resulta excepcional la posibilidad de establecer un encuadre estable y continuo……. Y por tanto se requiere más que nunca de una clara actitud analítica que permita construir un espacio reflexivo en el tiempo y el espacio en que sea posible”
 

“Objetos y fenómenos transicionales (1951)”.

Comentario a cargo de Maria Noel Firpo

Mi primer acercamiento directo a la obra de Winnicott fue a través de estas lecturas para estas clases, la verdad que es un autor que me ha gustado mucho y en este tema de los objetos transicionales, es algo que se ve muy claramente en los niños. Entiendo esos objetos como la “primera posesión no–yo” del niño y como un nexo entre el mundo interno y el externo del bebé.   Juega un papel importante en la maduración del niño, ya que como recién nacido vive en una total dependencia de su madre y lo que tiene que lograr es desarrollar su propia independencia y diferenciar lo interno de lo externo.
 Ese objeto transicional representa a la madre, por lo cual es importante que el niño la viva como objeto bueno. El objeto transicional calma las ansiedades de separación del niño pequeño, le permite dormir en ausencia de su madre, lo tranquiliza y le da la capacidad para separarse de ella con menos angustia.
El bebé tiene desarrollado al comienzo de su vida como una “omnipotencia ilusoria”, y la madre debe ir “desilusionando” al niño poco a poco; lograr la idea de que la madre es un objeto, pero no es él. Sin embargo el objeto transicional puede estar disponible siempre, o por lo menos él va graduando ese vínculo. Este “disponible siempre” se puede comparar con un encuadre en la clínica: el analista está disponible siempre a la misma hora, esa hora es para el paciente, da un marco de confianza, es una presencia predecible, debería suplir a esa “madre suficientemente buena”. ¿Sería visto el analista como objeto transicional?.
En una sesión clínica de la que participé hace unos meses, hablaban de un caso en el que una paciente supo que a su analista le gustaba determinado grupo de música. Esa paciente, se compró esos discos y los escuchaba todo el tiempo, ¿eso sería un ejemplo de objeto transicional en el vínculo paciente-analista? Creo yo que sí, en ese momento no se analizó de esa manera, sino que estábamos viendo el tema de las “autorrevelaciones” en el análisis. Luego de revelar que le gustaba ese grupo la paciente se interesó por ellos. Ahora también se me ocurre que sería un ejemplo de objeto transicional al calmar en esa paciente “su angustia de separación” del analista. 
 

 “El Odio en la Contratransferencia (1947)”.

Comentario a cargo de Marcela Lockett

Suena un poco fuerte para mí esto del “odio en la transferencia”, será porque me cuesta poder sentirlo, en la medida que tiene que ver con las particularidades de la gente con la que trabajo. Llegan al servicio con una etiqueta simbólica de “victimas” de violencia de género, seria muy cruel de mi parte odiar a alguien que sufre, es más fácil para mi poder entender porqué llegó a esa situación en su vinculo de pareja, que tener sentimientos negativos. También tengo una presión institucional en la medida que se le ofrece asistencia psicológica a todas las mujeres que llegan por tener una orden de alejamiento, es decir un papel, legal que le da ese estatus de victima, y la pregunta es ¿cómo hago yo para decir que esta señora no tiene un perfil de mujer que sufre malos tratos sino que por ejemplo esta etiqueta le viene bien en un divorcio contencioso para no perder su estatus socioeconómico?. El imaginario que nos rodea a veces ( a mi cada vez menos) ¿y si a esta mujer le pasa algo en manos de su marido y yo le negué asistencia?.
Igual, mas allá de mis esfuerzos, la experiencia profesional en el tema se impone y porque no decirlo lo que contra transferencialmente me producen las mujeres.
El texto de Winnicott, al leerlo no me llegaba para nada, hasta que trae el tema de la madre que odia su bebé. Me ha gustado mucho como lo expresa porque creo que muestra algo muy negado socialmente debido al supuesto “instinto maternal” que sufrimos las mujeres. Si una mujer no puede conectarse con estos aspecto negativos que le produce su bebé, como decía un profesor el “cachorro humano” indefenso que depende absolutamente de ella en sus primeros años, y que por esto mismo pasa a ser “esclava, su sirvienta” tendiendo que atenderlo las 24 horas del día, pasando ella misma a un segundo plano, seguramente esto lo sacará por algún lado: lo sobreprotegerá, y no se irá alejando a medida que crezca, se lo hará sentir actuándolo. Me acuerdo cuando hacia en mi país grupos con mujeres por ejemplo de embarazadas, e intentábamos desmitificar lo idealizado de esa etapa, permitirle hablar de sus temores, sus malas experiencias, de embarazos no deseados, tranquilizaba mucho a las participantes.
Volviendo al análisis, entiendo esto de que el sentimentalismo no sirve para nada, porque no nos permite conectarnos con lo que realmente nos hace sentir ese paciente.
El otro día, al irnos y comentar sobre mi famosa paciente, Jorge me preguntó si no sentía un poco de odio hacia ella, y realmente no lo sentía porque lo que me genera es mucha pena por toda su historia. Pero en la ultima sesión hubo un cambio, en la medida que ella dejó deslizar cierta hostilidad hacia el espacio terapéutico y porque no decirlo hacia mi persona. Esta vez, ella trajo un mensaje de su madre hacia mí, se hizo portadora del mismo, sin cuestionarlo, es más en momentos de su discurso lo apoyó. Esto me generó mucha indignación, y empecé por ejemplo a notar que interpretaciones que ella hacia de muchas situaciones con otras personas que se aprovechan de ella, pueden estar erradas, y que en realidad, tiene pensamientos paranoicos que yo no podía ver, al quedarme pegada a su situación de sobreviviente de malos tratos.
Espero que pueda trabajar esto en las supervisiones para utilizar esa contra transferencia en el desarrollo de la terapia. A diferencia de Bea (y Winnicott), que simbolizan esa contratransferencia en sueños, yo no puedo dormir bien porque muchas noches, la continuo atendiendo en duermevela, tal vez intentando buscar una respuesta o “culminación feliz” a una terapia de la que me siento implicada, y responsable de manera omnipotente.
 

 “El Odio en la Contratransferencia (1947)”.

Comentario a cargo de Jorge Gómez Blanco

La disertación que hace Winnicott me ha parecido un texto de difícil comprensión, más bien espeso, hasta el momento en el que lo enlacé con parte del final de la clase del Martes pasado. Ante la pregunta de que apreciamos en el comienzo de una relación, mi respuesta de ser reconocido la he trasladado al contexto clínico cuando la relación es con un paciente. Si como dice Winnicott, el paciente solo puede apreciar en el analista aquello que el mismo es capaz de sentir, yo tendría un problema. El no ser reconocido generaría en mi un estado emocional para con el paciente de malestar, porqué no, de odio. Si no soy consciente de que dicho odio es generado por mi propia necesidad (deseo) de reconocimiento, es decir, si no he analizado suficientemente en mi esa necesidad (deseo), la relación se encontrará en peligro. Ese estado emocional para con el paciente como dice el autor es todavía más desconcertante cuando nos enfrentamos al tratamiento de una psicosis. De todas formas el problema no es irresoluble, conociendo lo que es capaz de sentir el paciente hacia nosotros, y la respuesta emocional que en nosotros genera hemos dado un importante paso. Por tanto, la importancia que Winnicott da al propio análisis del analista no es en vano. Citando al propio autor: “la respuesta a muchos problemas oscuros del ejercicio del psicoanálisis yace en un mejor análisis del analista”. Esto lo enlazo con lo que dice a continuación al señalar la importancia de distinguir el odio justificado en el presente y el odio que es solamente justificado en otro marco pero que es incitado por algún acto del paciente.
No entiendo de qué modo es expresado el odio por la existencia del final de la sesión. Supongo, que se refiere, a que al saber que la sesión finalizará, somos capaces de soportarlo y no hacerlo explícito en perjuicio del paciente.
Finalmente señalar la gran utilidad de lo que en este texto se trata; El comprender de forma objetiva el odio que el paciente nos genera, es un paso liberador en la comprensión de la patología del paciente que nos permite abordar el tratamiento con mayor seguridad, sin resentimientos hacia el mismo y tratar ese sentimiento, cuando sea oportuno desde la tranquilidad-objetividad, sin entrar en conflicto con él.

Creo que se podría extender el tema del odio a otros sentimientos, en especial al de envidia que considero menos primitivo que el odio y que implica un nivel de estructuración mayor en el paciente.

“El Odio en la Contratransferencia (1947)”.

Comentario a cargo de Mario Nervi

El artículo de Winnicott es muy sugerente.
¿Qué hacemos con lo que sentimos?
Para empezar, seria bueno no evitar o negar lo que nuestros pacientes nos inspiran, lo que suscita en nosotros, el paciente, en un momento determinado.
La contratransferencia solo podrá ser utilizada como herramienta de trabajo, a partir de que podamos aproximarnos a una idea de, que de “eso que sentimos” nos lo inspira el paciente exclusivamente, qué nos lo inspira el paciente por nuestra historia y formación, y que de “eso” es una sensación que nos acompaña desde siempre y que poco o nada tiene que ver con nuestro paciente.
Esta problemática tan compleja y enmarañada, como puede ser intentar desenredar nuestros nudos afectivos, también es un interesante desafío cuya resolución nos puede aportar un mayor grado de comprensión, entendimiento, interacción y capacidad de ser genuinos. Pareciese como inalcanzable este objetivo sin la ayuda de un terapeuta.
Winnicott, a través de su experiencia personal en el tratamiento de pacientes psicóticos, busca abrir un espacio seguro, un contexto de contención donde validar el odio en el terapeuta.
El autor no solo dice que se puede odiar al paciente, sino que es normal que en ciertos momentos eso suceda. El dilema es transformar esa información afectiva en algo útil para el paciente y no destructivo para el terapeuta.
¿Como operativizamos lo que el paciente nos hace sentir?
En primer lugar, manejándolo con sumo cuidado, asumiendo que de la misma forma que el paciente nos hace sentir, hace sentir a muchas personas de su entorno, y la devolución tiene que hacerse de manera que no refuerce patrones de relación establecidos del paciente, es decir, no devolver lo que los demás le devuelven, sino estaríamos simplemente confirmando su visión de la realidad, su forma de organizar la experiencia. Aunque se que es un concepto en el que tengo que profundizar para entender su evolución, cuando menos, la intervención debe apuntar a ser una experiencia emocional correctora.
También esta el factor descompresivo de obtener una nueva perspectiva que permita entender desde otro ángulo la situación actual, saliéndonos un poco del lugar desde donde el paciente ve su problemática habitualmente. Una alternativa diferente de ver las cosas.
Recuerdo el caso de una terapeuta amiga, que trabaja con familias, y me contaba el cambio que se dio en el proceso terapéutico de una de sus pacientes cuando pudo verbalizar las ganas de matar a sus hijos que tenía en innumerables ocasiones.
Esta idea conllevaba una culpabilidad enorme, la cual modulaba gran parte de sus acciones y sentimientos actuales. A partir de la revelación de esta idea, y el no rechazo por parte de la terapeuta, la aceptación de ese sentimiento, y el reconocimiento del valor necesario para poder aceptarlo y expresarlo verbalmente fue que este sentimiento fue perdiendo influencia sobre el resto del funcionamiento de la paciente.
¿Acaso cuando no aceptamos lo que nos hace sentir el paciente, en los casos en que las sensaciones y sentimientos son tan negativos, ansiógenos e inaceptables, no estamos perdiendo una fuente de información tan importante como otras en el tratamiento?
Creo que aunque es necesario ser muy cauto en el uso de revelaciones al paciente acerca de lo que nos hace sentir, si no le hacemos ninguna devolución (cuando sea oportuno) le estamos sustrayendo parte de algo que le pertenece, y es el como hace sentir al otro y la relación que eso puede tener en como le responden y como le hacen sentir o se siente en la interacción con los demás.
Este tipo de planteo me resuena a la terapia focalizada en la transferencia.
Una frase que resuena es la de que el paciente no puede apreciar en el otro aquello que no puede sentir en si mismo. Esta frase me “sacude” en relación a la existencia del “otro” y en que medida el otro es con nosotros de una forma determinada. Se que entre el paciente y yo se va a dar una interacción particular. Que conmigo el paciente encontrará el desarrollo de ciertas capacidades y formas de organizar la experiencia, pero que a su vez inhibiré otras. No se hasta que punto esto es inevitable.
Con nuestra aportación de lo que nos puede hacer sentir el paciente en un momento determinado, podemos facilitar al paciente que tenga un mejor ajuste a la realidad, como pasa con el caso del niño que Winnicott y su mujer alojan en su hogar.
En mi experiencia personal en el trabajo con menores aprendí mucho acerca de la contratransferencia. En nuestra profesión, llevamos muy mal que los pacientes no sean agradecidos con la ayuda tan desinteresada que nosotros les ofrecemos y damos, incluso sin que nos lo pidan.
Yo llegué con mi vocación solidaria y reparadora a un entorno donde la mayoría de las personas que lo conformaban no me habían pedido nada, incluso muchos de ellos no sentían que necesitaran nada, y si sentían alguna necesidad muchas veces tenía relación con que yo me fuera a la mierda.
La violencia era demasiada para mí, no podía resistirla. Reconocí sensaciones que había pensado olvidadas, de miedo, terror, y ganas de agredir.
Todas estas sensaciones, emociones, eran tragadas, no articuladas en modo alguno, y me consumían por dentro. Me consumían literalmente, perdí cerca de diez kilos.
Observé, el comportamiento de los menores, y de los demás profesionales que trabajaban y vivían con ellos. Observaba a “los nuevos”, tanto menores que llegaban al centro, como educadores que venían a trabajar, y me di cuenta de un patrón de relación que se repetía por parte de los menores hacia los educadores y personal nuevo del centro.
Parecía como si quisieran asustar al nuevo personal, haciéndolo depositario de toda la violencia que uno se pueda imaginar, insultos, intentos de agresión, seducción. Llenaban al personal de todos estos sentimientos, y la gran mayoría no lo soportaba y terminaba yéndose a los pocos días. Era como un proceso de selección de personal.
Los menores venían casi todos de situaciones en las que no habían tenido figura de referencia y si la habían tenido esta les había agredido de una u otra forma.
Parecía como si quisieran comprobar hasta que punto se puede confiar en el adulto. Hasta que punto es capaz de soportar lo que ellos llevaban dentro.
La poca preparación y experiencia del personal, llevaba a reforzar una otra vez los patrones relacionales de los menores ya que las respuestas que recibían la mayoría de las veces era inadecuada.
Solo tras entender esto pude trabajar con lo que sentía. Puede utilizarlo como una fuente de información que me daba más datos de los menores de lo que podía encontrar en cualquier ficha personal o informe clínico.
Ser o no ser, esa es la cuestión. Winnicott nos pide que “seamos”, nos autoriza para “ser”. ¿De que manera?, depende del paciente, de mi y del espacio que permite que lo que el otro es y lo que soy yo cobre alguna significación.

 

“El Concepto de Individuo Sano (1967)”.

Comentario a cargo de Adriana Gimeno Catalán.

Para empezar quisiera decir, humildemente, que Winnicott no sólo tiene brillantes aciertos sino que además logra transmitirlos de una manera accesible, cosa que es mucho más difícil de lo que parece. Así, en estas anotaciones no pretendo parafrasear aquellas ideas de Winnicott con las que estoy de acuerdo, sino dar algunas pinceladas acerca de algunas de las reflexiones que me han provocado su lectura. Por lo tanto, no voy a pararme en cada una de sus ideas principales para afirmar lo que ya ha escrito Winnicott sino más bien, esbozar algunas reflexiones sobre ciertos puntos en los que pudiera discrepar, que no haya llegado a comprender del todo o en los que quisiera poder profundizar.

-Ambiente suficientemente bueno: adaptación a las necesidades individuales del bebé que se da gracias a la preocupación maternal primaria. Así como una madre sana funcionará como un yo auxiliar hasta que el bebé logre empezar a desenvolverse, habrá otras madres que tiendan a la intrusión, interfiriendo en el devenir natural del niño. Estos términos usados por Winnicott así como otros parecidos por otros autores, me hacen plantearme lo que hay de real en ellos. Es cierto que lo idóneo es esta situación de un ambiente facilitador con una madre que sepa cómo, cuando y en qué medida hay que adaptarse al niño, ¿pero realmente se da con tanta frecuencia como para que sea lo “normal”? Si miramos a nuestro alrededor hay un número inmenso de individuos que no han tenido un buen ambiente de partida para su desarrollo o esa gran madre o incluso ninguno de los dos y, sin embargo, podría decirse que hay muchos individuos “sanos” o aparentemente sanos que han vivido estas circunstancias que no propician en principio un desarrollo sano y normal. En ese caso, supuestamente es por que o bien tenemos un falso self que nos permite defendernos o bien estamos en el grupo de los que arrastran para siempre su experiencia traumática y que tarde o temprano les pasará factura. En cierto modo, me parece una visión pesimista aunque puede que realista. ¿Se supone que no hay entonces posibilidad alguna de que un individuo con unas condiciones de partida más difíciles pueda ser “sano” y “normal”? Entonces, ¿deberíamos sentirnos afortunados por tener un self falso que sea tan sólo una defensa del verdadero ya que es más saludable que aquél que lo reemplaza?
Por otro lado, habría que pararse a pensar en todas aquellas personas que han tenido un ambiente y una madre suficientemente buenos y que luego no han llegado a ser individuos “sanos”. (No quisiera confundirlos con aquellos individuos de tendencia antisocial que aún habiendo tenido un ambiente y una madre suficientemente buenos, tienen tras esto una falla ambiental.)
Además, ¿qué probabilidad real hay de que existan un ambiente y una madre suficientemente sanos? Quizás esta pregunta sea un poco pesimista, pero si en principio somos una sociedad sana se supone que es porque hemos tenido la mayoría ciertas facilidades de partida, y aunque por desgracia, no creo que esto se dé con tanta frecuencia, sin embargo, vamos funcionando como individuos más o menos sanos. Me encantaría pensar que esos dos términos existen en la vida real con tanta frecuencia o facilidad con la que se los describe. Querría pensar que hay individuos sanos que no han empezado sus vidas con las más adecuadas condiciones. Entre otras cosas porque sino aquél individuo que no haya tenido un ambiente de desarrollo propicio (que no hay que confundir con catastrófico o absolutamente traumático), ¿se supone que no podría propiciar ese ambiente suficientemente bueno para sus hijos? Me gustaría poder añadir un cuarto grupo al de Winnicott.
-Las funciones del padre complementarias de las de la madre.
Si bien el papel de la madre es absolutamente fundamental y quizás juegue un papel más “importante” que el padre, según Winnicott y otros tantos autores, ¿quiere eso decir, junto con el concepto de ambiente suficientemente bueno, que en ausencia de madre, no podría desarrollarse un individuo de manera sana? Probablemente, el individuo nacido en una familia monoparental o que hubiese perdido a su madre a una edad temprana, buscase a una madre en alguien cercano a la familia, como una tía, una amiga o una hermana mayor, pero, de no encontrar esta figura sustitutiva, ¿qué ocurriría? Y aún en el caso de encontrarla, nunca llegaría a desempeñar completamente el papel de una madre. ¿Puede el padre sustituir en un momento dado a la madre? Actualmente empieza a haber familias donde es el hombre quien juega el papel de “madre”, quien se queda en casa al cuidado del niño mientras la madre trabaja. ¿Se considera en estos casos a la madre como figura “complementaria”? ¿Y qué está ocurriendo u ocurrirá en todas las familias donde tanto el padre como la madre pasan la mayor parte del tiempo fuera de sus casas dejando a su hijo al cuidado de terceros?
-El hombre y la mujer sanos son capaces de alcanzar una identificación con la sociedad sin perder demasiado de su impulso individual o personal.
Una vez más, Winnicott acude al equilibrio, ya que si nos identificásemos plenamente con la sociedad, efectivamente perderíamos nuestra individualidad, así como en el otro extremo, en aquél en el que no logramos identificarnos en absoluto con la sociedad, nos llevaría a estar al margen de ella.
-Paradoja: el bebé crea el objeto, que sin embargo ya estaba allí, pues de lo contrario el bebé no lo hubiera creado.
-Cuando la formación de relaciones objetales fracasa, los objetos transicionales usados después del período de separación-individuación son patológicos y se transforman en fetiches.
-Del ser deriva el hacer.
 Estoy de acuerdo con esta afirmación de Winnicott, pero ¿acaso gran parte de lo que vamos haciendo a lo largo de nuestra vida no conforma también nuestro “ser”? ¿No se retroalimentan en cierto modo y en un determinado grado ambos conceptos? ¿Está tan clara la frontera? ¿Pudiera darse que para empezar a hacer efectivamente haya que ser primero, pero que luego, también haya que hacer para seguir siendo? Por otra parte, en muchas ocasiones nuestras conductas manifiestas, nuestro “hacer” está en contradicción con la realidad de las fuerzas que nos motivan. A veces, nuestra conducta es distinta de nuestro carácter. Habría que llegar a la verdadera motivación de nuestras conductas, para ver de qué está constituido nuestro ser auténtico. En muchas ocasiones, las conductas pueden reflejar parcialmente nuestro ser, ser una máscara que nos ponemos. (“El hombre no debe considerar tanto lo que hace sino lo que es”.-Eckhart)
-Ser y sentirse real tienen que ver fundamentalmente con la salud (…) La mayoría da por sentado el hecho de sentirse real, pero ¿cuál es el precio que deben pagar por ello?
La mayoría nos preguntamos en un momento o en otro lo que somos y lo que hay de real en ello. Sin duda, cada vez que nos paramos a pensar en este tipo de cuestiones, notamos como todo se tambalea y tras meditarlo solemos acabar por dar por sentado que somos y nos sentimos reales, ya que efectivamente, las consecuencias que acarrearía no darlo por sentado haría nuestro día a día mucho más complicado. Reprimir lo que sabemos, autoengañarnos y mirar para otro lado cuando nos planteamos estas cuestiones suele ser bastante común.
-En ella puede actuar el buen intelecto. Es, sin excepción, un subproducto de la salud. Relacionándolo con lo comentado anteriormente, me pregunto hasta qué punto el conocimiento puede ser un subproducto de la salud o de si hay que apelar una vez más, a su justo equilibrio. Aunque quizás Winnicott aquí esté hablando de “tener conocimiento” (poseer conocimiento disponible, información) en lugar de “conocer” (como medio en el proceso de pensar productivamente). “Conocer” sí puede causarnos un cierto vértigo, plantearnos la posibilidad de que la mayor parte de lo que damos por sentado y creemos “verdadero” pueda ser una ilusión producida por la influencia del mundo social en el que vivimos no es fácil de asimilar. Conocer, “ver” la realidad al desnudo puede ser algo duro de digerir. Fromm escribió “el conocimiento empieza con la destrucción de las ilusiones, con la desilusión”.

-De este modo la democracia es señal de salud porque deriva naturalmente de la familia, que es en sí misma obra de individuos sanos. Si ponemos por caso la democracia española que es ciertamente representativa, podríamos atisbar un paralelismo entre el estado y la familia. Así, podríamos decir que el estado nos tutela, como lo hacen los padres con los hijos. Pero, si vemos por ejemplo, la democracia en Suiza que es, en principio participativa, ¿podríamos pensar que se trata de una sociedad más adulta y sana donde teóricamente el individuo tiene más voz e iniciativa? Es cierto que este tipo de democracia es mucho más costosa y difícil de llevar a cabo, pero si esto no fuese así, ¿querríamos y, sobre todo, seríamos capaces y suficientemente maduros como individuos dentro de una sociedad para poder decidir acerca del devenir de nuestra sociedad? Winnicott distingue entre la dependencia absoluta y la dependencia relativa en el bebé. En la primera, el bebé está constantemente al borde de una angustia inconcebible ya que no puede proveerse de los cuidados básicos ni controlar lo que está bien o mal para él. En el segundo tipo de dependencia, el infante sabe ya que necesita cuidados maternos y los pide. Aparece en el bebé la capacidad de espera. Por fin tiene medios para prescindir de los cuidados reales, basándose en el recuerdo de los cuidados, la proyección de las necesidades personales y la introyección de su confianza en el ambiente. Tras estas fases, llegaría la etapa de progresivo avance hacia la independencia en donde el niño ya participaría de la actividad social aún habiendo todavía cabida para cierto retroceso en el desarrollo de la socialización hasta que se alcanzasen las etapas de la adolescencia. Bien, pues no puedo evitar ver cierto paralelismo entre sus descripciones de estas fases y de la democracia. En ocasiones da la impresión de que la sociedad de encuentra en un estado parecido al de la dependencia relativa o, al menos, no puedo evitar pensar en esto al ver la sociedad en la que vivo, la española. Sin embargo, ¿una democracia participativa no se acercaría algo más a esa etapa de progresivo avance hacia la Independencia?

 

 “El Concepto de Individuo Sano (1967)”.

Comentario a cargo de Beatriz Valbuena Ponce.

Winnicott comienza por querer definir qué es un individuo sano y pasa a definir qué grado de independencia y de dependencia debe tener un individuo para ser sano. A mí me parece que es un punto donde habría que extenderse para que nos explicase con detenimiento a qué se refiere con esto.
En el siguiente punto nos cuenta que la sociedad es la multiplicación de las personas y que si la sociedad fracasa es porque ha fracasado en ese hacerse cargo de los individuos no sanos. Yo creo que la sociedad es más que la suma de las partes y por ello es un tema al que hay que tratar con una visión de conjunto. Además, y si miramos individuos no sanos en particular, podemos observar cómo hay rasgos patológicos que incluso ayudan al progreso de la sociedad. Cómo podría un químico investigador repetir una y otra vez su ensayo si no es porque su rasgo obsesivo le empuje a ello?
Winnicott en cuanto a la adolescencia nos dice que pasado ese trance es cuando comenzamos a sentir reales. Yo me pregunto si antes éramos irreales o sólo es una realidad diferente, un momento evolutivo diferente, como así apunta el propio Winnicott. Parece que este sentido de la realidad de Winnicott tiene que ver con la creación de la propia identidad. Yo me pregunto si el self es siempre consciente o también es inconsciente y siendo así, si el self consciente corresponde con el concepto de identidad. Y si el self consciente es el Yo soy, o sea, la Identidad.
Winnicott dice que el falso self no es un aspecto de salud, pero el martes pasado vimos que para mantener la salud era necesario siempre algo porque si no estaríamos desnudos.
Y por último me gustaría resaltar la frase de Winnicott que dice que “la depresión, por temible que sea, debe respetarse como prueba de integración personal”. Entiendo que hay una “depresión” que Winnicott considera sana porque ayuda a la madurez, la independencia, la autonomía y por tanto a la salud, según Winnicott.