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La isla interior

Ficha técnica y artística

 

Directores.- Félix Sabroso y Dunia Ayaso
Guión.- Félix Sabroso y Dunia Ayaso
Música.- Lucas Vidal
Fotografía.- Juan Antonio Castaño
Actores.- Geraldine Chaplin; Antonio de la Torre; Candela Peña; Alberto San Juan; Celso Bugallo; Cristina Marcos; Ángel Burgos; Paola Bontempi; Marta Rubio.
País.- España
Año.- 2009
Género.- Drama
Duración.- 91 min.
Premios.- Mejor actor Alberto San Juan en la Seminci 09 y en el 54 Festival Internacional de Cine de Valladolid; Mejor Película en el Festival de Cine español de Nantes.

 
Reseña de Rosario Castaño Catalá
 
Sinopsis: Gracia, Martín y Coral son tres hermanos con vidas muy diferentes que luchan por salir adelante. Tres náufragos de sí mismos; saben que se necesitan pero siempre acaban dándose la espalda, sin poder ayudarse unos a otros porque, quizá, sus problemas se parecen demasiado. Martín quiere dejar la casa de sus padres para escribir en París. Gracia quiere separar la realidad de la ficción en la que se ha convertido su vida. Coral tan sólo quiere que la quieran. La Isla Interior es una historia sobre el miedo a aquello que podemos heredar, sobre el miedo a la locura, la lucha por sobrevivir a la carga que arrastramos de nuestro origen, de nuestra educación, de nuestros padres, el miedo a no poder escapar de nuestro pasado y de un destino escrito ya por nuestros padres.
 
Comentario de Rosario Castaño:
 
No me resulta fácil comentar “La Isla interior”, tampoco es sencillo asimilarla, aunque revela una historia creíble y, desde ese registro, sí es posible comprenderla. La he elegido para este espacio porque es muy interesante desde el punto de vista psicológico, ya la primera frase: “Vengo de una familia en la que cada miembro dañaba a los demás. Luego, arrepentido, se dañaba a sí mismo" resume la esencia de toda la película y nos retiene delante de la pantalla, de donde no nos moveremos, hasta el final.
 
De sus directores, Félix Sabroso y Dunia Ayaso, había visto dos films “Perdona bonita pero Lucas me quería a mi” en el año 1997 y Descongélate en 1998, los recuerdo como muy novedosos para la época y muy entrañables aunque, a veces, muestren escenas patéticas y estremecedoras; siempre asocié sus trabajos a la comedia hasta este último estreno. En una entrevista de promoción manifestaban que este ha sido un proyecto muy especial, por primera vez se pasaban al drama, han esperado el momento oportuno para rodar e intuyo que ha debido ser algo muy personal, casi como una catarsis.
 
Se nota que vienen de la comedia. Para mi, es más difícil hacer reír que llorar y, todavía más complicado, conseguir que un drama  despierte el afecto, la sensibilidad y la comprensión. En medio de todo el dolor y la desesperación, consiguen arrancar la sonrisa del espectador descubriendo unos personajes muy humanos.
Presentan la intimidad de una familia (madre, padre, un hijo y dos hijas) con tanta franqueza que, todo el tiempo tuve la sensación de formar parte de ese grupo familiar como una observadora pasiva, una invitada sin voz ni voto, que no puede dejar de mirar; a veces, me veía a mi misma queriendo marcharme de allí y sin posibilidad de hacerlo porque me sentía como anclada en el asiento pero, no de la butaca del cine, sino de la butaca del propio salón de esa casa familiar, donde transcurre el núcleo de la historia.
 
¿Se puede escapar de la propia familia? ¿El pasado tiene que volver una y otra vez, cuando menos se espera y menos se necesita? ¿Las enfermedades mentales de los progenitores son como condenas a cadena perpetúa, hagas lo que hagas? Son las eternas preguntas de pacientes, psicólogos y psiquiatras… ¿Qué hacemos con lo que hemos heredado y no sirve más que para el sufrimiento y  el bloqueo de una vida creativa? ¿Qué hacemos cuando la familia produce más daños que beneficios? ¿Abandonamos o nos quedamos enganchados? ¿Tenemos elección? ¿Nos podemos manejar dentro de este tipo de familias, desde la cercanía y la intimidad, sin salir con heridas mortales?
 
Me decía una paciente, joven, apenas dieciocho años, inteligente, muy estudiosa, hija única, con una madre diagnosticada de psicosis maniaco-depresiva, frecuentes crisis paranoicas y un padre dedicado a cuidar de la hija y de que su entorno no se altere más allá de lo necesario. “No podré conseguir lo que quiero, para qué hago tantos esfuerzos, cuando estoy de bajón estoy convencida que tengo lo mismo que mi madre, no soporto que sea así, yo no voy a tener hijos, no quiero que sufran lo mismo que yo”
Es una chica emprendedora, sociable y con apoyos afectivos pero le falta espontaneidad y confianza en la intimidad, ahí no se maneja, muy perfeccionista y llena de inseguridades. No podemos saber hasta qué punto eso será un impedimento en su madurez, lo único que podemos hacer es trabajar esos aspectos para se sienta lo más libre posible a la hora de elegir el tipo de vida que desea.
Hoy por hoy, esta chica está madurando y como decía D.W. Winnicott en su libro, La naturaleza humana; pág. 194; Ed. Paidós. “Si el desarrollo prosigue bien, el individuo se vuelve capaz de aceptar el conflicto como un hecho, y de abandonar las ideas extremas de la perfección que tornan intolerable la existencia. El ser humano maduro no es ni tan agradable ni tan desagradable como el inmaduro. El agua contenida en el vaso es turbia pero no es barro”
Cuando leo a D. W. Winnicott siempre encuentro una puerta abierta a la esperanza, sus escritos se asientan sobre la base de que sólo si hay esperanza podremos conseguir una individuo maduro y esto me lleva al concepto de la preocupación del analista que plantea O. Kernberg en su libro, Desórdenes fronterizos y Narcisismo patológico; pág 68; Ed. Paidós cuando escribe “Un importante factor que participa activamente en la neutralización y la superación de los efectos que la agresión y la autoagresión ejercen sobre la contratransferencia, es la capacidad del analista de experimentar preocupación… En este contexto, la preocupación importa el reconocimiento, por parte del analista, de la intensidad de los impulsos destructivos y autodestructivos del paciente, de la posibilidad de que dichos impulsos se manifiesten en él mismo, y de las limitaciones inherentes a sus esfuerzos terapéuticos con el paciente. En la preocupación  intervienen también el autentico deseo y la necesidad de ayudar al paciente, no obstante, su pasajera maldad”
 
La historia que presentan Sabroso y Ayaso nos mete de lleno en el mundo psíquico de una familia presidida por un padre con esquizofrenia y nos desliza hacia nuevas preguntas: En una pareja ¿quién es más perjudicial para los hijos, el que está considerado “oficialmente enfermo” o el otro considerado “oficialmente normal y sano”? No se puede hacer una distinción tan simplista. En una convivencia de pareja, uno sostiene al otro, parece que, respecto a los hijos, no se percibe una frontera clara y precisa sobre la conducta de cada uno de los padres, ambos se auto-alimentan, y no se sabe muy bien quién de los dos puede influir de forma más negativa sobre cada uno de los hijos.
 
Podemos leer en Trastornos de personalidad en la vida moderna de T. Millon; pág.417; Ed. Elservier,En el trastorno esquizoide de personalidad, las personas carecen de personalidad, prefieren el aislamiento, por lo menos aparentemente, las relaciones no les aportan ninguna recompensa, suelen ser descritos como individuos tranquilos, aplanados emocionalmente, por lo general pasan desapercibidos y no se inmiscuyen en nada, son herméticos e ignoran a los demás”. El padre de la Isla interior, parece reunir los criterios del DSM-IV para este tipo de trastorno, con lo cual se hace muy difícil la convivencia y es interesante observar, quién de los dos progenitores es más activo en mantener ese ambiente cerrado de enfermedad, no sólo con los hijos que conviven en la casa o cerca, sino también con aquellos que han podido irse lejos.
 
Al terminar la película, sólo se me ocurrían preguntas y más preguntas, es como si me hubiese quedado en el salón de esa casa, con el único deseo de que todos los hijos hiciesen un esfuerzo y pudiesen emprender una vida fuera de esas cuatro paredes impregnadas de tanto desamparo, sé que esto no es tarea fácil, como nada fácil ha debido ser poner en marcha estos personajes; no me extraña que hayan empezado a cosechar premios.
Todos, sin excepción, realizan un trabajo excelente y gracias a ese esfuerzo, a la cuidada puesta en escena, a los diálogos pensados con inteligencia y a  la música conmovedora, podemos contemplar un drama lleno de veracidad y sentimientos, muy actual, que nos obliga a abrir otro bloque de preguntas: ¿Qué tipo de ayudas presta la sociedad a las familias cuando hay enfermedades mentales y problemas psicológicos graves que, impiden el desarrollo de una vida suficientemente sana?. ¿Realmente es una ayuda efectiva, segura y conveniente?
 
Termino con las primeras palabras con las que empieza C. Castilla del Pino su libro, Pretérito imperfecto; pág. 11; Ed.Tusquets.
 
-La realidad, convénzase, es un invento.
-¿Un invento? ¿De quién?
-¿De quién va a ser? Del sujeto.
-Pero, entonces, ¿qué me dice de la memoria?
-¡Hombre!, ahí sí que no hay duda: la memoria es reinvención”.
Tal vez, leyendo estas palabras, nos quedemos con la esperanza de que sí es posible una vida autónoma, independientemente de lo que imaginen o anhelen los progenitores, una vida que uno mismo puede manejar, a pesar de todos los conflictos y los múltiples  contratiempos.

 

 

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