Un hilo conductor nos conecta a la calma y al temor frente a lo sublime y lo maravilloso, ya sea en la naturaleza, o en la paz profunda del dormir sin soñar, como en la respuesta a la desnudez expresiva del rostro humano. Tales momentos dan lugar a la necesidad de hacer lo correcto para existir, para hacer justicia a la experiencia. Pero a la bondad de esa experiencia, a menudo, le sigue la destrucción, como si la belleza y la destrucción funcionaran como una especie de doble hélice. El psicoanálisis funciona con este entrelazamiento y trata de rastrear los movimientos destructivos en la relación terapéutica. Esto genera nuevos tipos de diálogo, que implican el desarrollo de las papilas gustativas psíquicas y la capacidad para sostener la acumulación de la intensidad y la complejidad emocional o, al menos, para aprender más acerca de las dificultades involucradas en el trabajo con la vida emocional.
Palabras clave:
Belleza,
destrucción,
bondad,
vida.
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