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GRAN TORINO
País: USA
Año: 2008
Duración: 116 min.
Director: Clint Eastwood
Interpretación: Clint Eastwood (Walt Kowalski), Christopher Carley (padre Janovich), Bee Vang (Thao), Ahney Her (Sue), Brian Haley (Mitch), Geraldine Hughes (Karen), Dreama Walker (Ashley), Brian Howe (Steve), John Carroll Lynch (Martin), William Hill (Tim Kennedy), Brooke Chia Thao (Vu)
Guión: Nick Schenk
Producción: Clint Eastwood, Robert Lorenz, Bill Gerber.
 
Música: Kyle Eastwood, Michael Stevens
Fotografia: Tom Stern
SINOPSIS: Walt Kowalski (Clint Eastwood) es un veterano de la guerra de Corea, trabajador jubilado del sector del automóvil. Su máxima pasión es cuidar de su más preciado tesoro: un coche Gran Torino de 1972. Inflexible y con una voluntad de hierro, Walt vive en un mundo en perpetua evolución, pero las circunstancias harán que se vea obligado, frente a sus vecinos inmigrantes, a enfrentarse a sus antiguos prejuicios. (FILMAFFINITY)
 
Autores de la reseña: Mercè Ferriz y Francesc Vieta
 
Aviso para navegantes: en este escrito usamos la película para pensar sobre aspectos de nuestro trabajo psicoterapéutico y hablamos de ella dando por sentado que el lector ya ha visto el film.
 
En este largometraje, como en tantos de C.E., uno de los directores que más nos conmueven, nos resulta difícil traducir en palabras lo que de emocional hallamos en él. Creemos que esto puede ser debido a que este cineasta se encuadra fundamentalmente en aquello que se vivencia a través de lo procedimental, de la experiencia no hablada, y que sin embargo conduce en GT a un cambio muy próximo al que pretendemos en nuestro quehacer psicoterapéutico.
El personaje principal muestra una gran desconfianza por las palabras, aunque no pueda evitar escucharlas. Sin embargo, se muestra mucho más receptivo ante las actitudes, gestos y acciones de aquellos que lo rodean.
 
Pero las palabras apuestan fuerte desde el inicio de la historia:
¿Qué es la muerte, un final o un principio?
 
Esta es la cuestión planteada por un sacerdote en la primera secuencia.
Se trata del funeral de la esposa de Walt Kowalsky (Clint Eastwood), nuestro protagonista. La situación que queda planteada en este momento inicial augura todo un reto para este personaje que parece resistirse obstinadamente a aceptar que aquello que en un tiempo fue, ya no será más. Sus propios hijos le describen como alguien anclado en el pasado, intolerante y despreciativo ante las nuevas actitudes generacionales y en general ante los cambios que la sociedad ha experimentado. Es también un hombre marcado por la guerra de Corea y un operario jubilado de una potencia automovilística nacional, insignia y orgullo del país, también venida a menos. Suponemos que el modelo de automóvil que da nombre a la película de Eastwood, es una referencia nostálgica y también toda una declaración de intenciones. Como reconoce Kowalski, él es, al igual que Eastwood, de la vieja escuela. El Gran Torino es un coche mítico, típicamente americano y muy empleado en las producciones policíacas hollywoodienses. Decimos que es toda una declaración de intenciones porque en el film hay todo un discurso sobre lo clásico y la importancia de mantener vivos ciertos valores.
 
Durante el posterior velatorio apreciamos la dificultad en el diálogo inter-generacional, que marca la línea argumental de la película, desplegándose en distintos escenarios.
La primera muestra de ello aparece ante la actitud de sus nietos adolescentes, desconectada, irreverente y carente de cierto respeto formal. La relación con sus propios hijos está marcada por la distancia emocional. No parecen muy afectados por la pérdida sino más bien preocupados por quién cargará con el muerto.
 
Paralelamente a la celebración del sepelio, en una casa vecina tiene lugar otra ceremonia completamente distintita: el bautizo de un niño Hmong (grupo étnico procedente de las regiones montañosas del sudeste asiático).
 De este modo se nos muestra en el film el contraste entre una familia que despide un ser querido y otra que celebra la entrada en el mundo de una vida que empieza…. En estos dos puntos extremos – el final y el principio- se produce el encuentro entre una serie de personajes. El discurso inicial a propósito de esta disyuntiva parece vacío en un primer momento, y es en el transcurso de la historia cuando se convierte en una acción dramática cargada de afectos contrapuestos. CE no nos habla sobre la vida y la muerte. Nos enseña una manera digna de morir – haciendo un guiño a la figura del propio Jesucristo- de despedirse, y de promover nuevos principios, más esperanzadores. La violencia deja de ser investida como un recurso para convertirse en la prueba del fracaso relacional.
 
Los personajes
 
Walt Kowalski es Harry el sucio envejecido, es un Josey Walles (El fuera de la ley) que escupe cada vez que va a enfrentarse a su enemigo, es el William Munny de sin perdón en sus últimos días, es también el sargento de hierro…es, en definitiva, el personaje mítico tantas veces representado por C.E, que afronta ahora el final de su vida.
Creemos que Clint Eastwood nos ofrece como guinda de pastel una elaboración del personaje mítico que le dio fama mundial y del que probablemente se despide en Gran Torino (él mismo declaró que es su última aparición en pantalla). La trilogía que dio a conocer mundialmente a Eastwood fue la saga del personaje conocido por el hombre sin nombre, dirigida por el gran Sergio Leone. C.E. retomó el personaje de Leone y contrariamente a lo que muchos consideraron una copia o una mera continuación de dicha saga, realizó su propia lectura y elaboración. Y así ha seguido a lo largo de su carrera cinematográfica.
Pero, ¿quién es este personaje en Gran Torino?
Parece tratarse del mismo hombre, atrapado en el trauma de haber cedido a su propia destructividad. Es fácil imaginarnos cómo la relación con su esposa pudo mitigar y contener parte de esa condición, aunque no tanto como para poder encontrar en la relación con sus hijos una oportunidad para una reparación más satisfactoria y duradera.
Decimos que se trata de una elaboración final puesto que el desenlace en esta ocasión no tiene lugar en el espacio-tiempo de la venganza, sino en el de la generosidad y la esperanza ante un futuro que aún no es, pero puede llegar a ser.
 
El joven cura
A nuestro entender desempeña en cierta medida la función del terapeuta.
Es el personaje que lo conecta con aquello no resuelto, a través de la relación con su esposa, que como si de su legado se tratara, le recuerda que tiene una asignatura pendiente. Es alguien con capacidad de contención, que encaja los desaires, en ocasiones incendiarios, del protagonista, y se mantiene perseverante en su tarea. Pero es también un cura relacional, porque intuitivamente capta que la manera de ayudar a este hombre, a su difunta esposa y a sí mismo en su función de clérigo, pasa por mantener el vínculo, elaborando las respuestas que recibe, esperando encontrar en ellas algo que aún deba ser entendido.
Para entrar en relación con una de las ovejas de su rebaño, WK, este religioso debe revisar algunos de sus propios credos, entrar en el universo de su disidente feligrés – en su espacio-tiempo- y aceptar que hay ciertas cosas que aún no comprende (a nivel experiencial), o mejor aún, que no sabe cómo son, al menos de momento. 
Pero es un cura, no un terapeuta y parece impaciente por conseguir una confesión, una de las de manual, tal y como él puede reconocerla, es decir dentro del setting clásico y ortodoxo, el confesionario. De manera que no puede reconocer que Kowalski ya se está confesando durante las charlas informales que mantienen. 
A nuestro entender lo que realmente le llega de este joven cura al viejo Kowalsky es su incansable perseverancia, su insistencia y fidelidad por cumplir con las últimas voluntades de la difunta esposa de K y especialmente su autenticidad. Por esta razón, K. puede tener cada vez una actitud más receptiva hacia el joven capellán.
 
Thao
Sue, la hermana mayor de Thao, es quien facilita el encuentro transformacional entre su hermano y Kowalski. Thao es un adolescente tímido que parece necesitar un referente masculino y está siendo tentado por la banda de su primo, para entrar en una dinámica de resolución de los conflictos y los déficits a través de la violencia.
-El encuentro: es interesante la evolución de la relación entre K. y Thao porque se puede apreciar cómo se van complementando los recursos de ambos y sus respectivos déficits. La rudeza, a menudo cruel de K, encuentra en la enorme capacidad de resistencia de Thao un continente que le permite convertir esos defectos en algo más comunicativo. Thao puede a su vez comprobar su propia fortaleza al mantener un vínculo evolutivo, cada vez más creativo entre la franqueza y la rudeza de su vecino y mentor y su sensibilidad, tan influida por el mundo femenino en el que se ha criado.
Otros elementos participan en el desarrollo de este vínculo nuevo para ambos: Sue, que ayuda a K. a salir del atrapamiento en sus propios prejuicios; el joven capellán, que con su insistencia consigue, aun sin saberlo, que K entre en conflicto; la propia enfermedad de K, que le acerca a un final no muy lejano y le deja poco tiempo por delante.
 
Pareciera como si llegado este punto de su vida WK (CE) entiende que la elaboración del trauma sólo puede hacerse a través de lo real: debe entrarse de nuevo en el E-T mental del trauma y el partenaire debe ser alguien que se halle íntimamente conectado con ello. El joven cura tiene su mérito, su incordiante insistencia enciende el clic cuando éste puede ser advertido, tras la muerte de la esposa. Pero Thao es quién le permite a Kowalsky entrar de nuevo en batalla. Cuando K. revive los sentimientos de venganza evocados por el ataque a sus vecinos y la violación de Sue, no puede evitar en un primer momento descargar su rabia e impotencia rompiendo un armario a puñetazos, pero esta vez sí puede concederse un tiempo para pensar. La solución pasa,  inevitablemente para un hombre que ha estado en el límite de lo humano, por la acción. El personaje mítico de C.E. confía sobre todo en los recursos que conducen a una resolución actuada. Apremiado por las circunstancias decide lo siguiente antes de marcharse:
  1. Satisfacer la última voluntad de su difunta esposa y confesarse al joven cura acerca de algo que le atormenta: la mala relación con sus hijos.
  2. Salvar la vida de Thao y de su familia, para lo cual parece inevitablemente necesario que la banda que los acosa desaparezca del barrio.
  3. Evitar a todo costa que Thao llegue al límite de ese e-t de la venganza y como él se quede atrapado.
  4. Darse un gusto al cuerpo como despedida
  5. Y aunque no parece premeditado, finalmente se confiesa con el propio Thao, por su error más grave. En esta escena memorable y magistralmente rodada, K. admite el dolor por haber matado a un chico de la misma edad de Thao que lo único que quería era rendirse. La reparación de K. consiste en impedir que Thao lleve a cabo una acción vengativa que le dejaría marcado como a él. Es la oportunidad de revivir el pasado en el presente y soñar un futuro que conduzca a un lugar distinto.
  6. Como antaño, cuando se forjaba el trauma, él está dispuesto a dar su vida en la lucha. Pero él ya se encuentra de todos modos al final de su vida y la esperanza de un futuro con mejores posibilidades, más allá de su propia vida, le permite resolver lo de siempre – esto es: la venganza- de un modo nuevo y distinto, donde predomine lo creativo sobre la destrucción.
Ahora si os apetece podéis escuchar al propio Clint y a Jamie Cullum cantar la preciosa balada: Gran Torino (Eastwood, Kyle & Stevens, Michael)
 

 

 

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