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Los mundos de Coraline

Ficha técnica y artística

Dirección: Henry Selick.
País: USA.
Año: 2009.
Duración: 100 min.
Género: Animación, fantasía, familiar.
Doblaje original: Dakota Fanning (Coraline Jones), Teri Hatcher (madre), Jennifer Saunders (señorita Spink), Dawn French (señorita Forcible), Ian McShane (Sr. Bobinsky), Keith David (gato), John Hodgman (padre), Robert Bailey Jr. (Wybie Lovat).
Guión: Henry Selick; basado en el libro de Neil Gaiman.
Producción: Bill Mechanic, Claire Jennings, Henry Selick y Mary Sandell.
Música: Bruno Coulais.
Fotografía: Pete Kozachik.
Montaje: Christopher Murrie y Ronald Sanders.
Diseño de producción: Henry Selick.
Estreno en USA: 6 Febrero 2009.
Estreno en España: 5 Junio 2009.

Reseña de Mercè Férriz y Francesc Vieta
 
Sinopsis
Película de animación en la que se nos cuenta la historia de Coraline, una jovencita que descubre en su nueva casa una puerta secreta y decide abrirla. Al hacerlo, descubre una segunda versión de su vida, una vida paralela a la que ella tiene. A primera vista, la realidad paralela es curiosamente parecida a su vida de verdad, aunque mucho mejor. Pero cuando su increíble y maravillosa aventura empieza a tomar un cariz peligroso y su otra madre intenta mantenerla a su lado para siempre, Coraline deberá recurrir a su determinación y coraje, a la ayuda de los vecinos y a un gato negro con el don del habla para salvar a sus auténticos padres, a unos niños fantasmas y regresar a casa.
 
Aviso para navegantes: en este escrito usamos la película para pensar sobre aspectos de nuestro trabajo psicoterapéutico y hablamos de ella dando por sentado que el lector ya ha visto el film.
 
 
Esta es una obra sobre la que se podrían escribir innumerables comentarios pues el lenguaje onírico a través del cual se expresa permite infinitas asociaciones. Es rica y fecunda en elementos evocadores. Nosotros nos centraremos en aquello que más interés nos suscita, conscientes de lo que aún queda en el tintero, afortunadamente.
 
En la escena-presentación una antigua muñeca aparece del cielo y unas extrañas manos la rehacen. Son manos cuidadosas, tremendamente hábiles y terroríficas: manos-araña. En este mundo hace mucho tiempo que todo está parado. Las telarañas lo delatan. La muñeca es transformada en otra que se parecerá a nuestra protagonista. La rueda de la maquina de coser se mueve. El tiempo se pone en marcha. La nueva muñeca es lanzada otra vez al espacio exterior… ¿de qué irá esta película?
 
En otro mundo, que bien podría ser el nuestro, transcurre la historia de una familia que se muda a un lugar bastante inhóspito, triste e inquietante. Parece haber algo más urgente que desempaquetar e instalarse y saborear la llegada. Una niña-adolescente sale de la casa para explorar los alrededores, está buscando un antiguo pozo. Es Coraline.
 
Coraline es diferente, tal vez sea su pelo azul. Nos llama la atención su curiosidad y valentía: ante un paraje tan desolador ella no siente miedo. Uno esperaría que una niña de esta edad (e incluso un adulto) se inquietara ante un entorno tan poco acogedor. Sin embargo ella sale a explorar con una actitud llamativamente confiada. Tal vez, en realidad, sí tenga mucho miedo y esa actitud sea algo forzado que le ayuda a sobrellevarlo. Pero éste cuento ya nos lo conocemos.
Lo que esperamos de esta historia es la posibilidad de que se trate de Otro cuento, de un cuento nuevo, donde lo de siempre se mire de una manera más esperanzadora. Tenemos la impresión de que hay algo implícito en esta propuesta, y mirada con el ojo de lo relacional puede que nos permita una visión más rica y asimilable.
 
Esta es la historia de dos mundos que se cruzan, dos mundos casi simétricos, o tal vez opuestos o complementarios. A nosotros nos toca decidir. Sucede en un momento especial en la vida de Coraline. Está dejando de ser niña para llegar a ser adulta. También ha dejado sus referentes, sus amigos, lo conocido, en el lugar del que proviene. En este nuevo lugar no hay aún nada familiar.
 
Los verdaderos padres, los padres de nuestro mundo, están algo desconectados de ella, ocupados sobre todo con cosas de adultos. No tienen tiempo para jugar, para relacionarse…al menos hasta que terminen las cosas de mayores (el catálogo). Se ocupan de Coraline pero ya no se pre-ocupan de ella. No la acompañan en el sentimiento por la nueva casa y el nuevo entorno. Le sugieren, más bien para que no incordie, que lo explore. Pero sola. En su insistencia Coraline encuentra una puerta pequeña, tapiada, pero que puede cruzarse mientras se está soñando. Conduce a un lugar donde aparentemente todo es igual. Sólo que los otros padres tienen botones en los ojos. Parecen estar únicamente preocupados y ocupados en Coraline, ofreciéndole divertidos y sabrosos manjares y procurándole maravillosos entretenimientos. Es un mundo extraordinario, mágico, lleno de ilusión.
Los padres reales prometen que la situación de ahora cambiará (cuando terminen el catálogo). Los otros padres proponen que este otro mundo mágico siga así para siempre. La única condición es que cambiemos nuestros ojos por botones. ¿Para no ver qué? Se pregunta uno.
La entrada por la puerta pequeña, como en Alicia en el país de las Maravillas, no es una regresión en sentido clásico, sino más bien una manera de volver a entrar en el espacio-tiempo de la primera infancia para poder ver mejor algunas cosas. Y ello gracias a la receptividad inconmensurable propia del bebé, que en la película nos es evocada cuando Coraline atraviesa gateando el túnel que conecta ambos mundos. Es así que desde el primer momento Coraline se da cuenta de que sus padres en vez de ojos tienen botones. Creemos que Coraline no está idealizando a sus padres y a la vez atacándoles y que regresa a lo infantil porque se resiste a madurar, para llegar a ser una adulta de provecho. Este sería un cuento archi-conocido. Por el contrario, pensamos que ella busca una puerta creativa que le permita abrir los ojos y darse cuenta de hasta qué punto el mundo adulto puede quedarse atrapado, para siempre, al confundir el crecimiento con un alejamiento progresivo y evolutivo de la etapa infantil, desconectándose así de la receptividad propia de los inicios, cuando “miramos” las cosas por primera vez.
A Coraline lo que la asusta, pero no lo suficiente como para no acercarse a conocerlo, es este espacio-tiempo en el que los adultos nos quedamos atrapados con tanta facilidad. Este mundo que parece paralelo, pero que está mal integrado, es decir, disociado, pero permanentemente presente en nuestro día a día; es aparentemente perfecto. Lo que no conserva son los ojos de bebé. Los padres de los botones pueden ser los padres reales que están atrapados, que no ven -pues tienen por ojos dos botones-, que perdieron el contacto con la receptividad, condición que permite lo creativo.
 
Esta película que bebe de las fuentes de obras tan universales como Alicia en el país de las Maravillas y El Principito, sugiere una lectura mucho más compleja, relacional y menos asimétrica del recorrido desde la niñez hacia la vida adulta.
 
Si consideramos  que el cine representa a nivel colectivo lo que los sueños a nivel individual, se podría mirar y entender la película como una manera creativa de aproximarse a temas y relaciones que la humanidad necesita aprehender y co-construir de manera más asimilable. De este modo ésta sería una visión de esta etapa de la vida en la que se plantea el tránsito adolescente como una crisis relacional que nos atañe a todos. La infancia es una etapa de una extrema receptividad y un valor incalculable. Quizás vivamos bajo el influjo de un discurso que sostiene que hay que dejar atrás de forma inevitable este período de la vida y eso, debe forzosamente, trastocar la mente del individuo…a veces por corto tiempo…otras perennemente. La madre de Coraline no tiene tiempo para jugar. La madre araña, por el contrario, está horriblemente ansiosa por volver a jugar. Entre una y otra, o entre ambos mundos, hay un vínculo/túnel que las conecta. En la película es a la vez una puerta de entrada y de huída. Se podría pensar que el retorno a lo infantil debería ser para poder ver mejor aquello que ya no vemos de adultos, o que tememos perder de adolescentes. Pero dicho retorno no está exento de peligros. Durante la primera infancia la receptividad es enorme y el tiempo parece infinito. La amenaza de volver a entrar en el espacio-tiempo de lo infantil es la de quedarse atrapado para siempre. Sin embargo, solamente después de todo el periplo, consigue Coraline transformar la relación con sus padres.
 
            ¿Por qué se insiste tanto en ver la crisis adolescente como una etapa tan difícil de soportar para los padres? La visión que aún predomina nos dice que el adolescente se resiste a entrar en el mundo adulto, porque debe asumir sus responsabilidades, su sexualidad y hacer el duelo de la infancia. ¿Estamos seguros como adultos, como padres también, que en cuestiones muy importantes no miramos las cosas con botones?
 

 

 

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