D. W. Winnicott

Donald Woods Winnicott

por Augusto Abello Blanco

 
                            ¡Oh Dios! Haz que esté vivo cuando me muera.
D. W. Winnicott
 

Datos biográficos

Algunas Relaciones con su pensamiento y su clínica:

Como bien nos recuerda Irene Chelger, F. Nietzche creía que las teorías de un pensador podían entenderse como “autobiografías ocultas”, idea a la que el psicoanálisis –en función de sus propios postulados- puede adherir con toda comodidad.

Veremos algunos datos de la biografía de Winnicott convencidos que ayudan a comprender, de manera más rica, lo que –en una segunda parte- resumiremos: su aportes teóricos y clínicos. 

Donald W. Winnicott nace el 7 de abril de 1896, en Plymouth, una ciudad costera.
En ese año Sigmund Freud publica “La herencia y la etiología de las neurosis”, “Nuevas observaciones sobre la neuropsicosis de defensa” y “La etiología de la histeria”
Es el menor de tres hermanos, sus dos hermanas son tres y cinco años mayores que él.
El padre de Donald, John Frederick, era un hombre de profundas convicciones religiosas que además de trabajar para obtener el sustento familiar trabajaba a favor de asuntos religiosos así como en temas de política local. Recibió en 1924 el título de Caballero por estas actividades.
La familia vivía en una casa muy amplia, reinaba un buen clima –según varios relatos- y Donald vivía rodeado de mujeres; alguna vez comentó que se había criado rodeado de “múltiples madres” (además de sus hermanas y su madre vivían con la familia una cocinera, una institutriz para Donald llamada Allie y otra para las hermanas además de varias mucamas).
El padre pasaba muchas horas fuera de casa.
Quizás esta diferencia entre lo compartido con mujeres y lo compartido con hombres jugó, entre otras variables, un papel importante en la forma que Winnicott pensó ciertos aspectos de su teoría y de su práctica clínica, a saber: el interés por la figura de la madre, la sagacidad para comprender y conocer el vínculo temprano entre la madre y su bebé, las vicisitudes vividas por las madres a lo largo del desarrollo de sus hijos, etc. (otro tanto, sin lugar a dudas, le fue aportado por su futura condición de pediatra).
La otra reflexión que genera el hecho de lo bien cuidado que parece haber estado Winnicott, es su relación con la seguridad y la confianza en sí mismo, de las que gozó en su vida adulta, y que se constituyeron en ayuda inestimable cuando la tarea que emprendió como pensador incluyó ir abriendo nuevos caminos en el psicoanálisis y crear una tercera vía en la disyuntiva en la que se encontraba el psicoanálisis cuando él desembarcó en la Sociedad Psicoanalítica Británica.
Winnicott solía jugar mucho tiempo con sus hermanas, tenía un juguete que fue su preferido durante mucho tiempo, era una muñeca de nombre Lily, que había pertenecido a su hermana menor.
Pero es otra la muñeca que ocupa un lugar importante en la biografía de sus años infantiles, se llamaba Rose, a quien Donald en una ocasión le rompió la nariz con un palo de críquet (en la casa había un lugar específico para tal juego, además de un estanque y jardines) y el padre ocupó mucho tiempo en reparar –con éxito- la nariz rota de la muñeca hasta conseguirlo; muchos autores han querido ver en esta anécdota –metáfora mediante- una enseñanza sobre la capacidad de reparación y las consecuencias reversibles de cierta cuota y manera de vivir la agresión, temas que serán de interés para el psicoanálisis en general y para Melanie Klein y para el propio Winnicott en particular.
La madre de Winnicott, Elizabeth, fue una mujer sensible y franca y con cierta tendencia a la depresión según algunos de los biógrafos del analista inglés.
Esta idea en torno a los aspectos depresivos de la madre encuentra apoyo también en un poema que se le adjudica a nuestro autor en el que aparece una madre triste y un niño que debe hacer diversas cosas para "rescatarla". En su obra ocupará un lugar destacado el cuidado en un sentido amplio, ya que podríamos decir que para él, en muchos casos (graves, sobre todo), “cuidar es curar”.
Winnicott repartió su tiempo en múltiples actividades, escribió poemas, hizo teatro, cantó y bailó en diversos grupos, siempre como aficionado, le gustaba la natación y el deporte en general.
A los 14 años Winnicott es enviado a un internado –una escuela metodista de Cambridge, LEYS- donde sigue sus estudios, era una escuela exclusivamente de varones.
Cuestiones ligadas con el desarraigo en edades tempranas ocuparon un papel importante en sus trabajos como asesor en comités de niños refugiados y sin hogar después de la segunda guerra mundial, en 1945.
En 1916 comienza a estudiar medicina.
Durante la 1º Guerra Mundial, se alista voluntariamente en la Marina –la Royal Navy- como médico.
Pequeña digresión: Margaret Little, colega y paciente de Winnicott contará muchos años después -en su muy recomendable libro “Relato de mi análisis con Winnicott”- que en una ocasión, siendo ella paciente de él, le preguntó que cómo se le había ocurrido alistarse en la Marina, a lo que él contesto –casi sin pensarlo- “porque el color del uniforme hacía juego con el color de mis ojos” (ambos azules). En esta anécdota podemos ver aspectos muy interesantes y representativos de nuestro autor, a saber: su capacidad de jugar, la capacidad de hacerlo con pocos elementos, la autenticidad al responder con una asociación libre y amena, el tipo de vínculo que podía establecer con un paciente, su espontaneidad.
En el transcurso de la guerra ve morir a muchos soldados y esto lo marca de manera especial. Años más tarde, su segunda esposa comentaría que Winnicott vivía con pesar –y con un afán intenso de reparación- el saberse vivo tras pasar por una experiencia en la que tantos otros no lo habían logrado. Este retazo biográfico muestra, al menos parcialmente, su lado más solidario y empático, aspectos importantes que serán integrados en su obra teórica y en su práctica clínica.
Fue durante la carrera de medicina en la que Winnicott se encontró con algunos autores que le marcarían mucho, Charles Darwin primero y Sigmund Freud después. Del padre del psicoanálisis conoció “La interpretación de los sueños” y coincidió con una inquietud que tenía al respecto, a saber: él siempre había podido recordar muy bien sus sueños, pero a partir de un determinado momento -la 1º Guerra Mundial- dejó de hacerlo con la facilidad habitual hasta entonces, cosa que le preocupaba e inquietaba.
Debemos citar otro autor que le influyó mucho, el filósofo y premio Nóbel, Henri Bergson (1859-1941) y especialmente su concepto de Elan vital.
Por esos años, en los que estudiaba medicina, se encuentra con el Pastor y psicoanalista Óscar Pfister, quien lo introduce en las lecturas psicoanalíticas de manera más exhaustiva.
A comienzos de los años 20 termina la carrera de medicina.
Había cursado la especialidad de pediatría.
La mayor parte del ejercicio de pediatra, que se prolongó durante 40 años, lo hizo en Paddington Green Hospital de Londres, del que se retiró, sin desearlo, en 1963, tenía entonces 67 años.
Sin duda es este dato, su especialidad en pediatría, algo fundamental ya que le permite tener acceso en directo -y durante muchas horas- al contacto entre las madres y sus bebés, aspecto esencial de su obra. Claro que se podría decir que ya muchos pediatras habían observado tal interacción de manera sistemática, pero fue Winnicott el que pudo observar y pensar de manera original una serie de fenómenos que lo llevaron a generar una ampliación de sus intereses, pasando de la natural restricción tanto de la pediatría como del psicoanálisis, a los nuevos horizontes de la psiquiatría psicoanalítica infantil y a sus futuros y originales desarrollos y aportes en psicoanálisis.
Se casó por primera vez con Alice Buxton Taylor, ceramista de profesión y cuatro años mayor que él, relación que duró 25 años, no tuvieron hijos (tampoco los tuvo con su segunda mujer). Alice tuvo padecimientos psíquicos severos.
Su segundo casamiento tuvo lugar en 1951 con Clare Britton con quien trabajó en un proyecto de evacuación de niños víctimas de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
Clare era trabajadora social con especialidad en psiquiatría y llegó a ser psicoanalista en 1961. Se analizó con Clifford Scott y con Melanie Klein.
Con las siguientes frases fue descripto Winnicott en distintas ocasiones: “Un hombre de mente equilibrada”, “poseído por una extraña generosidad“, “solitario de gran fuerza de voluntad y extremadamente modesto”, “extraordinariamente cálido y amistoso”, “encantador”, caracterizado por una “ebullición irreprimible del pensamiento creativo”, “un hombre con mucho humor y capacidad para el sadismo”, “intrigante e irritante”.
Sin embargo, con el tiempo, este hombre tan acostumbrado a dar y cuidar de los demás, comenzó a tener problemas de salud. Las ultimas dos décadas de su vida se vio aquejado por una patología cardíaca que lo lleva a padecer un infarto muy doloroso que casi le cuesta su vida (será esta dolencia la que provoca su muerte). A pesar de su frágil salud viajó a Estados Unidos en 1967 y en 1968 a dar conferencias. En una ocasión, durante uno de esos viajes, el público recibió de manera especialmente hostil su artículo “El Uso del Objeto”. Al parecer, su lenguaje típicamente británico no fue comprendido por sus colegas norteamericanos. A su regreso a Londres decidió reescribir dicho artículo, trabajo que, con el tiempo, ha sido reconocido como de gran valor tanto por su originalidad como por su calado teórico (véase una ampliación más abajo).
En el último seminario que pudo dar, y que tuvo lugar en su casa, un joven colega le pidió que tocará el piano, Winnicott aceptó y se animó incluso a cantar. Cantó un tema que incluía unos versos que decían: “Mi hogar es vuestro hogar, vuestro hogar es mi hogar” (debemos recordar que uno de sus libros se titula: “El hogar, nuestro punto de partida”)
Al final de su vida continuó trabajando intensamente, todo lo que la enfermedad le permitió (véase una fuerte similitud con el final de la vida de Freud).
En cierta ocasión, muy cerca del final de su vida, en que se disponía a dar una charla a las enfermeras de un servicio en Cambridge, les advirtió “que podría caerse muerto durante la charla pero que ellas no deberían sentirse culpables por ello”. Una vez más, en este caso a través de una anécdota muy clara, vemos algo personal y característico de Winnicott: el cuidado hacia los otros y un concepto de gran valor teórico: la relación con la culpabilidad, que a todos nos atraviesa, de alguna manera y en alguna medida.
Falleció el 25 de enero de 1971.
 
 

Aspectos de su formación.

Su relación con la Sociedad Psicoanalítica Británica.

Como intentamos dejar claro hasta aquí, no es fácil determinar cuándo comienza la formación de un psicoanalista (algo similar ocurrirá en otras –o todas- las profesiones, claro).

En nuestro autor observamos múltiples influencias, a saber: una curiosidad temprana, las lecturas que fueron llegando a sus manos, el interés que los sueños tuvieron para él desde los años de su juventud, la interpretación que pudo ir haciendo desde su puesto de pediatra de fenómenos que trascendían los límites de su especialidad, etc.
Winnicott se vincula con Ernest Jones -fundador del movimiento psicoanalítico en Londres y biógrafo de Freud- quien le recomienda al que fue su primer analista, James Strachey (el traductor al inglés de las obras completas de Freud). Dicho análisis comienza en 1924 y dura 10 años.
Fue Strachey quien lo pone en contacto con M. Klein, sugerencia que le hace en función del interés que ambos mostraban en el psicoanálisis de niños.
En 1927 entra en el Instituto Psicoanalítico de Londres.
M. Klein (1882-1860) había llegado a Londres, de la mano de E. Jones, en 1925 –era vienesa y había vivido en Alemania. Paciente de Sándor Ferenczi y de Karl Abraham fue pionera en el campo del análisis de niños.
Winnicott se muestra interesado en la obra de Klein y es ella quien supervisa su trabajo analítico inicial durante seis años.
Nunca fue paciente de Melanie Klein y esto lo dejó sin opciones para formar parte de “los kleinianos”, exclusión que lo ayudará enormemente -en el sentido de la libertad que otorga esa exclusión- en sus desarrollos futuros.
El hecho de que no haya sido analizado por ella se explica por la negativa del analista inglés a aceptar la propuesta de Klein de que fuese él quien analizase a su hijo Eric (hijo de Klein), y que lo supervisase con ella, Winnicott se negó a supervisar el caso con ella pero lo atendió. Hay que decir -para contextualizar este dato- que en aquella época la mayoría de los analistas eran mucho más laxos que en la actualidad a la hora pensar estos asuntos, de hecho sabemos que Freud analizó a su hija Anna en dos ocasiones y que ésta analizó a los hijos de su compañera sentimental D. Burligham, mientras que Jones lleva a M. Klein a Londres, sobre todo, para que se haga cargo del análisis de sus hijos, etc.
De la influencia de la analista vienesa en Winnicott podemos destacar:
La importancia adjudicada a lo temprano en el desarrollo (todo lo situado con anterioridad a que se instale y desarrolle el Complejo de Edipo según las ideas de Freud), el lugar del mundo interno y su indagación, el poder de la fantasía, el uso de los juguetes y del juego en el tratamiento de los infantes.
Mientras que las diferencias entre ellos, nada pequeñas por cierto, tienen que ver con:
El lugar que una y otro adjudican al papel de la madre; del instinto -o pulsión- de muerte; de la envidia primaria; de la agresión y del ambiente –o entorno- en tanto realidad externa.
Es esta la base sobre la que podrá Winnicott hacer sus aportes más personales.
Fue la propia Melanie Klein quien le sugiere que inicie su segundo análisis con Joan Riviere, discípula de ella y que había sido paciente de Ernest Jones y del propio Freud.
En 1931 ingresa Winnicott en Sociedad Psicoanalítica Británica con su trabajo “La defensa maníaca”.
A los pocos años de formar parte de la Sociedad le toca posicionarse en relación al duro y desagradable conflicto que existe entre Anna Freud y Melanie Klein.
De todos conocidos es la postura que toma: evita tomar partido por alguna de las dos posiciones, habida cuenta del dogmatismo que atraviesa tanto a una como otra y se une al que será conocido más tarde como “Grupo Intermedio” o “Grupo Independiente” (Middle Group) que comparte, entre otros, con: Michel Balint, Masud-Khan, Ronald Fairbairn, Marion Milner, Ella Sharpe, John Bowlby y Margaret Little.
Esta decisión conlleva muchas consecuencias y concentra muchos significados, de los que nos gustaría destacar: el valor personal de Winnicott, el poco apego por el poder y el rechazo al dogmatismo, representado tanto en los annafreudianos como en los kleinianos, la creencia de una zona intermedia, luego conceptualizada como transicional y la libertad que se otorga a sí mismo para poder, de esa forma, avanzar en los desarrollos del psicoanálisis que nos legará.
En 1962 –en su artículo “Un modo personal de ver el aporte keliniano”- escribió: …”nunca he sido capaz de seguir a otro, ni siquiera a Freud. Pero Freud era fácil de criticar, pues siempre estaba criticándose a sí mismo. Por ejemplo, puedo decir sencillamente que no encuentro ningún valor en su idea de un instinto de muerte”.
En esta cita observamos algunos aspectos significativos del autor que hoy nos ocupa, su posición personal –ligada al amor por la independencia, su poco deseo de ser “políticamente correcto”- en relación a las teorías vigentes (la de Freud, nada menos) y su posición teórica respecto un tema capital en la teoría psicoanalítica.
Han sido muchas las dificultades que tuvo que afrontar por defender esa independencia, incluyendo críticas fuertes -algunas rayaban la descalificación y el agravio personal- de la que fue su segunda analista, por ejemplo, y de la propia Melanie Klein, entre otros colegas.
Bowbly, comentaba que si bien J. Riviere (recordemos que fue su segunda analista) puede que reconociera las investigaciones de Winnicott, no las consideraba psicoanalíticas.
Por quien Winnicott siempre sintió agradecimiento, además de sus maestros y maestras, ha sido por sus pacientes, la dedicatoria de su obra publicada póstumamente -“Realidad y Juego” (1971)- es un claro ejemplo de este aspecto, se lee en ella: “A mis pacientes, que pagaron por enseñarme”. Además de lo evidente, esta frase indica a las claras aspectos epistemológicos importantes en la obra del analista inglés, su respeto por los pacientes, su capacidad para aprender de ellos y la idea de que la clínica es un lugar privilegiado, confirmando así la idea que apunta a que la teoría es una buena sierva pero un pésimo amo.
Una anécdota muy conocida, con gran valor tanto literal como metafórico (quedó reflejada en las actas de la Sociedad Psicoanalítica Británica) cuenta que en el transcurso de una reunión de trabajo del 3 de marzo de 1943 empezó a sonar una sirena avisando de un ataque aéreo, las bombas explotaban a intervalos, los analistas allí presentes seguían sentados y absortos con el artículo “Sobre La Neurosis de Guerra”, Winnicott se levantó, tomó la palabra y solamente dijo: “quisiera señalar que está teniendo lugar un ataque aéreo”. Una vez más Winnicott muestra cómo permanece atento al mundo interno -de la Sociedad  psicoanalítica en este caso- y a la realidad externa -las bombas cayendo sobre Londres- al mismo tiempo.
Durante los años 50 y 60 Winnicott, dio muchas conferencias públicas, algo que le gustaba especialmente, aparecía en la radio con mucha frecuencia –solo en la British Broadcasting Corporation pronunció una serie de 50 emisiones- y su estilo era efectivo y claro.
Masud Khan, paciente, colega y discípulo, fue quien editó la mayor parte de sus escritos.
Además su de producción teórica, Winnicott escribió muchas cartas. Cada vez que un colega presentaba un trabajo él no dejaba de enviarle una carta con comentarios valorativos y/o críticos de algún tipo. Testimonio de esta actividad es el recomendable libro “El gesto espontáneo”, donde F. Robert Rodman ha reunido una gran selección de sus cartas. Algunas reflejan vivamente el clima de conflicto y debate teórico que reinó durante muchos años en el ámbito psicoanalítico londinense y del que no fue ajeno, siendo muchas veces protagonista.
En la Sociedad Psicoanalítica Británica llegó a ser analista didacta, miembro del consejo, secretario científico y secretario de formación, además de presidente del simposio de 1944. Fue presidente de la British Psichoanalytical Society en dos oportunidades de 1956-1959 y 1965-1968. En un intercambio epistolar con Clifford Scott durante su primera presidencia escribe “Me siento raro  cuando estoy en la silla presidencial  porque no conozco a Freud  como debería hacerlo un presidente, sin embargo, encuentro que tengo  a Freud en mis huesos”, expresión coloquial -ésta última- muy usada por Winnicott para expresar algo muy interesante en relación a cómo debían llevarse las teorías a su criterio: “en los huesos” más que “en las cabezas”.
Recibió muchos honores. Fue electo en 1944 como miembro del Real Colegio Médico, miembro y socio de honor de la Real Sociedad de Medicina y de la Sociedad Psicoanalítica Británica, fue presidente de la sección médica de dicha Sociedad y de la sección de pediatría de la Asociación Real de Medicina, también de la Asociación para la Psicología y Psiquiatría  Infantil.
 

Sus aportes esenciales

Uno de los ejes centrales de estos aportes es, sin duda, todo lo relativo al desarrollo temprano.

La observación minuciosa lo lleva a describir el nacimineto del self y a sostener la importancia del medio ambiente, representado de manera privilegiada por la madre pero sin que se reduzca a ella.
Le interesa pensar todo lo que debe acompañar a la madre para así desplegar lo necesario y acompañar a su bebé en los momentos del inicio de la vida, bajo el concepto de “preocupación maternal primaria” –véase artículo con idéntico nombre- describe con gran elocuencia este bagaje imprescindible.
Como apuntamos más arriba, postula la no existencia de la pulsión –o instinto- de muerte, mientras cree que la vida –en sus inicios de manera crítica- no es expresión de los instintos, sino que sería más bien, la expresión de un impulso vital (muy cercano al concepto de Elan vital de Bergson).
La pulsión, para Winnicott, en los inicios de la vida se vive como externa, tan ajena al sujeto como “se puede vivir un trueno” nos dirá.
También como externo se vivirá el cuerpo y será a través de una compleja y sostenida relación con esa madre “suficientemente buena” que podrá el bebé percatarse de su cuerpo y formar lo que él llamará la “unidad psiquesoma”, sentando algunos principios de interés para el desarrollo del pensamiento ligado a las problemáticas psicosomáticas. Este logro de integración estará –según nuestro autor- sometido permanentemente al riesgo de ser perdido o –vía regresión- a recorrer en reversa el camino andado.
A Winnicott le interesaron especialmente las paradojas como formas de describir ciertas situaciones muy complejas en el desarrollo temprano y se valió de ellas para transmitir conceptos complejos.
Una de las más conocidas -que Alfredo Painceira ha llamado la “primera paradoja winncottiana”- es aquella en la que el bebé “encuentra” al objeto –desde el punto de vista del observador adulto- (porque su madre puso al objeto allí para que sea “encontrado”), pero el bebé, desde su punto de vista, siente que ha creado al objeto con el que acaba de encontrarse. Nunca le preguntaremos al bebé si lo ha creado o lo ha encontrado, esta paradoja –nos advierte Winnicott- debe sostenerse, nunca disolverse ya que de eliminarse “quedaría satisfecha nuestra exigencia de rigor y coherencia pero traicionada la realidad”
Ese momento de “creación-encuentro” representa un momento mítico de ilusión y su existencia sostenida -y con sus particulares características- será crucial para el desarrollo de la ilusión como capacidad a lo largo de la vida del sujeto.
Relacionado con este movimiento se encuentra buena parte de todo lo ligado a la creatividad, tema crucial en la obra de Winnicott, quien defiende una vida creativa –véase una fuerte relación con su propia vida y su gran capacidad creativa- y entiende esa capacidad como una herramienta para la vida cotidiana. Lo creativo, en Winnicott, se opone al sometimiento o a la complacencia. Podemos decir que Freud, dentro del ámbito del psicoanálisis, es otro ejemplo paradigmático de esta idea.
Aplica el pensamiento paradojal –pensamiento de alta complejidad- para otras muchas situaciones teóricas y clínicas, citemos dos de ellas: el deseo de comunicarse y de permanecer “encontrado sin ser decubierto” al mismo tiempo y “el uso del objeto” donde vemos coexistir su destrucción (en tanto objeto subjetivamente percibido) con su existencia (supervivencia), «Te destruí», «Te amo», «Tienes valor para mí por haber sobrevivido a tu destrucción por mí» (1972): así dramatiza el propio Winnicott el diálogo implícito en esta secuencia, (esta cita corresponde al prólogo del libro “Winnicott hoy, su presencia en la clínica actual”, compilado por Ariel Liberman y Augusto Abello Blanco, autores del prólogo citado).
Winnicott postuló que en estados de “regresión a la dependencia” –concepto original, que se diferencia de la regresión postulada por Freud- es más correcto hablar de “necesidades” que de deseos. Este postulado cambia de manera sustancial la teoría y arroja una muy diferente manera de entender la clínica, especialmente con pacientes graves (no debemos olvidar que para André Green, como para muchos analistas, ha sido justamente Winnicott quien aportó importantes pilares teóricos-clínicos para la comprensión y tratamiento de pacientes graves, también denominados “fronterizos” o “borderlines”; en todo caso pacientes cuyas patologías no se hallan claramente vinculadas al complejo de Edipo sino que traen problemáticas pre-edípicas. Dijo Green al respecto: “Winnicott es el analista de lo fronterizo, pero también el analista de la psicosomática”.
Las necesidades del yo son las que –debidamente atendidas- dan lugar al nacimiento del self, del verdadero self, y de la vida psicológica. La atención que requieren del ambiente (madre o quien cumpla su función) son tareas que Winnicott definió como “holding” (sostén), “handling” (manipuleo) y “presentación del objeto”. Existe en la teoría de Winnicott una fina descripción de qué implica cada una de ellas y con qué logros del bebé se relacionan.
Es claro para nosotros que cuando vemos el acento que Winnicott pone en la relación del bebé con el medio ambiente –en un sentido amplio- vemos también un postulado fuerte ligado a la importnacia del vínculo, de lo relacional, en el desarrollo del psiquismo. En una frase, tan provocadora como ingeniosa, el analista inglés resume una idea de gran calado, dirá “El bebé no existe”, en clara referencia a lo impresciendible del ambiente para que éste exista y sobreviva. Recordemos que en esa época este punto de vista, relacional, intersubjetivo e interpersonal, era minoritario cuando no inexistente, el priviliegio del paradigma intrapsíquico como explicación total del desarrollo era hegemónico e incuestionable. Contra ese fondo es cómo debemos leer y valorar a Winnicott y sus aportes.
Hay que aclarar aquí que al definir este momento temprano, Winnicott propone que en la vida adulta todas estas variables encuentran una correspondencia, teniendo en cuenta que todos los procesos iniciales son reversibles y los logros pueden perderse, cuando pensamos en el desarrollo temprano no pensamos en algo que ya ocurrió hace mucho y cuyos resultados están garantizados para siempre. Bien al contrario, todo aquello que presentan las patologías más graves nos permite pensar en el tratamiento psicoanalítico como “una segunda oportunidad” en la que el dispositivo terapéutico puede aportar aquello que no fue dado en los orígenes y cooperar con este aporte –centrado en variables ligadas al encuadre fundamentalmente- y a conseguir el desarrollo que había sido estancado o –como prefiere llamarlo nuestro autor- “congelado” justamente a la espera de esa segunda oportunidad.
Esta novedad teórica incluye un cambio en la teoría de la técnica de gran alcance, plantea una nueva forma de entender la interpretación y su relación con otras intervenciones. Por resumir mucho diremos que la inperpretación ya no es –en todos los casos- la intervención fundamental y que en algunos de ellos puede pasar a un discreto segundo plano, cobrando suma importancia otro tipo de intervenciones.
Teniendo en cuenta que fue mencionado anteriormente, decir que tanto el “verdadero self” como el “falso self” son conceptos creados por el analista inglés para conceptualizar dos desarrollos posibles del bebé. No incluyen nunguna valoración moral ni ética. Se relacionan con la posibilidad del bebé de tener una vivencia auténtica gracias a la adaptación que el ambiente puede hacer a sus necesidades o la opción más patológica en la que es el bebé quien debe adaptarse al ambiente teniendo en cuenta que éste no lo hace con él, generando así una vida reactiva y no espontánea. En su autobiografía (no llegó a concluirla) se lee: “Decididamente mi trabajo es ser yo mismo”
Otro de los ejes fundamentales de la obra de Winnicott es todo lo relacionado con los objetos, los fenómenos y los espacios transicionales, un postulado que supera la dicotomía “dentro-fuera” para plantear una “zona intermedia” o “transicional” que explicaría numerosos fenómenos de la vida psíquica, desde el bebé en adelante, para terminar incluyendo –nada más ni nada menos- que la experiencia cultural del ser humano.
Le interesó pensar en aquellas variables ligadas a la salud y no solo en aquellas que remiten a la enfermedad, una pregunta, original en nuestro ámbito, atravesó buen aparte de sus desarrollos, la pregunta que resume esta postura es “qué es lo que hace que la vida valga la pena ser vivida?”
 
A Winnicott no le generaba ninguna simpatía repetir conceptos acuñados en la jerga psicoanalítica, tenía una opinión -y una reserva al respecto- muy interesante, creía que de esa forma se corría el riesgo de repetir ideas sin pensar, sin pensarlas, de suponer -muchas veces- un acuerdo implícito alrededor de los conceptos sin que existiese posibilidad de saber si estábamos hablando de lo mismo o no. Creía que había que reformular muchas cosas y pensarlas nuevamente, pensarlas cada vez para, así, mantenerlas vivas, de lo contrario podíamos matar lo vivo del lenguaje y del pensamiento. Esto lo condujo a tener un repertorio conceptual original y a usar pocas veces los conceptos más trillados del psicoanálisis.
Esos conceptos propios han venido a enriquecer nuestro vocabulario, una pequeña muestra de ellos sería la que sigue (aprovechamos este resumido listado para poner fin, por cuestiones de espacio, a este escueto resumen de sus aportes): “madre suficientemente buena, preocupación maternal primaria, tratamiento como segunda oportunidad, regresión a la dependencia, falso y verdadero self, unidad psiquesoma, momento de ilusión, fenómenos y objetos transicionales, temor al derrumbe, fase de inquietud, madre medio-ambiente y madre objeto de la pulsión, uso del objeto, holding (sostén), ambiente facilitador”.  
 

Winnicott hoy

Somos muchos los que pensamos que la presencia de Winnicott ha ido creciendo -en diferentes sentidos e intensidades- dentro del ámbito de nuestra profesión.

No ha dejado de ser nunca un autor original y esto se puede sostener en diversos planos.
Es un autor que no ha dejado una escuela en el sentido fuerte del término, algo que está íntimamente ligado a su forma de entender el pensamiento, la teoría y la clínica. Era poco amigo de formar, o adherir a, parroquias con señas de identidad fuertes –y por lo tanto excluyentes. Sus seguidores parecen haber optado por seguirle en ese sentido también, poder “usarle” sin formar una legión de seguidores incondicionales, tomar todo lo que tiene de bueno y nutritivo su obra y no repetir a modo de slogans, cansinamente, sus conceptos y descubrimientos, creo que a esto apunta Rubén Zukerlfeld cuando dice que: “Winnicott es un autor más de referencia que de pertenencia”. También encontramos una explicación interesante a este fenómeno cuando leemos en el mismo autor: …”la influencia de sus ideas sobrepasan de lejos la definición de una identidad y esto es en realidad beneficioso para el desarrollo del psicoanálisis como disciplina científica” (en su artículo “Influencias winnicottianas” en “Winnicott hoy, su presencia en la clínica actual”, ED. Psimática)
Siguiendo con lo que venimos sosteniendo en relación con su presencia hoy, compartamos dos datos interesantes, más como pinceladas orientativas en relación a una idea que como recorrido exhaustivo:
1) En una encuesta que ha publicado el “International Journal of Psychoanalysis” (IJP 88:1245-61) Winnicott aparece como el autor más citado en Europa y América del Norte y el segundo más citado –después de Freud- en América Latina.
2) En una investigación que realizaron Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis en 2002 con el objetivo de estudiar las actitudes de psicoanalistas frente a un caso clínico difícil («Procesos Terciarios», Premio FEPAL, XXIV) los resultados mostraron que Winnicott fue el autor más citado (35 de 76, 46,6%) para comprender el caso superando inclusive la previsible prevalencia de la cita a Freud (38,6%).

Lo que queremos decir con estos indicios es que la vigencia de Winnicott hoy merece ser destacada, aun cuando -por diversos motivos que merecen otro espacio y desarrollo- su presencia no goce de la reputación explícita que otros autores han conseguido a través de canales de difusión más institucionalizados y con mayor juego político dentro de nuestro ámbito. Esta última aseveración se corresponde con una visión personal de quien estas líneas escribe.

 

Augusto Abello Blanco.
Junio de 2008.
 
 

 

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Certamen de 
Trabajos sobre el 

Devenir Psicoterapeuta 

(III - Edición 2013). 

Presentación de trabajos 
hasta 28-2-2013

Una propuesta de la Junta Directiva del Instituto de Psicoterapia Relacional. 

Para las bases y otros aspectos, contacte con la secretaría: ipr@psicoterapiarelacional.es