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La soledad 

 

LA SOLEDAD

Dirección: Jaime Rosales

Guión: Jaime Rosales y Enric Rufas
Producción ejecutiva: Maria José Diez
Dirección de fotografía: Oscar Durán
Reparto: Sonia Almarcha, Petra Martínez, Miriam Correa, Nuria Mencía, María Bazán, Jose Luis Torrijo, Jesús Cracio, Lluis Villanueva, Juan Margallo.
Duración: 125 min, aproximadamente.
Año: 2007
Nacionalidad: Española
Género: Drama

Premios: Festival Internacional de cine de Cannes 2007 Sección oficial de Certain Regard. Goyas 2008: Mejor película, Mejor director, Mejor actor revelación

 

Autora de la reseña: Rosario Castaño

 

La película
Adela, una joven separada y con un hijo de un año de edad, está cansada de la vida que lleva en su pequeño pueblo natal. Deja atrás las montañas para trasladarse a Madrid donde todo es ruido, tráfico y un continuo vaivén de un lado a otro. Para salir adelante se busca un trabajo de azafata y se muda a un apartamento junto a Carlos e Inés, dos jóvenes muy agradables. Los tres se llevan muy bien compartiendo comidas, dudas y ratos de ocio.
Antonia, la madre de Inés, tiene un pequeño supermercado de barrio. Lleva una vida bastante tranquila junto a su novio, Manolo, y sus tres hijas: Inés, Nieves y Helena. Sin embargo, poco a poco, su placentera vida empieza a tambalearse.
Adela no ha tenido grandes dificultades para adaptarse a la vida urbana, a pesar de que el padre de Miguelito no le ayuda demasiado económicamente. Un atentado terrorista, dejará su vida hecha añicos. A partir de ese momento deberá encontrar la fuerza para regresar a una vida normal.
 
Comentarios de Rosario Castaño (Madrid)
Consideramos un privilegio que alguien se disponga a gozar de una soledad voluntaria, casi podemos decir que es un lujo, sin embargo si observamos a alguien sufrir una soledad involuntaria cada uno podría dar una definición distinta de esa soledad relacionándola con angustia, vacío, tristeza, muerte etc, con todo el abanico de sentimientos considerados “negativos”, desde luego no decimos que es una “soledad buscada” sino una “soledad obligada, encontrada” llena de pesar y melancolía. Pena por ausencia, muerte o perdida de alguien o de algo. Tanto si se busca el aislamiento como si se añora la compañía estamos hablando de un sentimiento con mayúsculas lleno de inquietudes y de turbaciones.
 
Decidí ver “La Soledad” simplemente porque las palabras de su director, Jaime Rosales, sus respuestas en una entrevista de promoción, me conmovieron.
No quise saber nada sobre el argumento del film y tampoco quiero desvelar ni lo más mínimo al lector, que todos tenemos derecho a vibrar descubriendo las historias por nosotros mismos, conectando con las emociones que se esconden detrás de cada escena; recuerdo las sabias palabras que Mario Benedetti refleja en su libro “Vivir adrede” editado por Alfaguara en 2008 “Gracias a los sentimientos, tomamos conciencia de que no somos otros, sino nosotros mismos. Los sentimientos nos otorgan nombre, y con ese nombre somos lo que somos” ...y de sentimientos y del hecho de vivir trata esta película.
 
Vivir significa sentirse vivo, tener ganas de relacionarse, de estar en compañía, de tener ilusiones y esperanzas y también tomar conciencia de que se está sólo incluso en compañía de otro o de otros, además, vivir supone un riesgo, implica asomarse al mundo, soportar el vértigo de elegir, de identificar sentimientos aunque, en muchas ocasiones puedan llegar a ser insoportables.
 
Si el director se propuso “hacer un libro no para leer sino para ser visto”, lo ha conseguido. Nos muestra un libro en capítulos bien diferenciados que reflejan con mucha fuerza el sentir de la vida cotidiana. Si quería que el espectador conectase con el silencio que se impone después de sucesos dramáticos lo ha logrado. Si su intención era acompañar las palabras y la fuerza del lenguaje corporal con unos planos muy estudiados y bien elegidos ha tenido éxito.
 
El espectador va entrando y empapándose de la historia de la misma manera que lo haría cuando lee una novela, a medida que pasa paginas se siente cada vez más cautivado y atrapado por mil preguntas, preguntas que tienen que ver con nuestra profesión...¿qué mecanismos son los que mueven a alguien a cambiar de vida, a tomar decisiones que implican perdidas y renuncias importantes?... ¿y ahora qué? ¿cómo salen ellas de una situación tan dolorosa? ¿cómo se enfrentan las protagonistas jóvenes a tanto dolor? ¿cómo soporta la protagonista de más edad tanta presión?... y siempre aparece una respuesta que también tiene que ver con nuestra forma de trabajar: Lo relacional, lo intersubjetivo viene en ayuda de todos y cada uno de los protagonistas; el vinculo, la relación con los otros vendrá como un salvavidas.
Permítanme que yo haga otra pregunta... ¿la relación con otros, pero “otros iguales”, por edad, intereses etc es el vínculo que más ayudará a salir de situaciones penosas?
 
Toda la película es una exhibición de intimidad, de silencio plagado de ruidos, de miradas cargadas de vida. Una exhibición sin tapujos, sin vergüenza pero llena de matices y de sutilezas que, mostrando la dureza de la realidad cotidiana, no se recrea en esa crudeza, parece que se impone mostrar el sentimiento que acompaña a esa escena para que cada espectador detecte, conecte e identifique “eso” que está escondido detrás de la escena y que seguramente es la sal de la vida incluso en momentos de dolor, desesperación, confusión y angustia.
 
Hablando de intimidad quiero traer a este espacio palabras de M. Khan de su libro Locura y Soledad editado por Lugar Editorial en 1983. Khan habla de “estar en barbecho” como un estado transicional de experiencia, una forma de ser que es tranquilidad alerta y conciencia receptiva, despierta y ligera. Para él estar en barbecho es una función del proceso de personalización donde el individuo después de un largo proceso de relaciones (con la madre, el padre y otros vínculos sociales) llega a ser adulto, con su propia intimidad, realidad interna y sentido de relación con el medio social.
 
Como espectadora, el tiempo transcurre muy lento, la realidad pasa delante de mis ojos, al principio de la película, como si nada de lo que ocurre tuviese importancia, parece que es necesario que se produzcan situaciones dramáticas para que el individuo tome conciencia de su existir, busque y encuentre sentido a la vida. Es como estar en barbecho, cuando la tierra no se siembra para que descanse y esté en mejores condiciones en el futuro, el sujeto está en un estado de tranquilidad donde transcurren cosas en relación con los vínculos afectivos y se prepara para lo que pueda venir; tal vez esa preparación ayude a los protagonistas a enfrentarse a las pérdidas y a su propia intimidad, a su soledad existencial, es decir, enfrentarse a sí mismos.
 
La capacidad para estar en barbecho depende de:
·          La aceptación de uno mismo como persona diferenciada
·          La tolerancia de la no comunicación
·          Soportar una situación de escasa relación con el medio ambiente y desde el mismo
 
“Sólo si la persona habla desde sí misma, tanto para relacionarse consigo misma como con el otro será capaz de estar en una tranquila soledad” y desde ahí podrá ser creativa para resolver conflictos. Sólo desde la intimidad y la soledad consigo misma podrá conectar con el otro.
 
Que gocen de soledad si eso es lo que desean y disfruten de la película “La Soledad” con todos los matices psicológicos que conlleva. Desde aquí quiero transmitir mi enhorabuena a su director y sus protagonistas por un trabajo tan exquisitamente elaborado. Es una película fina y delicada y si hablamos en términos culinarios yo diría que es un plato de gourmet, sencillo pero lleno de matices en los sabores y los olores, también en la presentación, unos planos casi fijos, directos, lentos que al final me han dejado un buen sabor de boca y sensaciones prolongadas en el paladar. Es el segundo título de este director catalán, el primero, del año 2003, también tiene muchas referencias psicológicas, “las horas del día” ya dejaba entrever un director preocupado por el individuo y sus relaciones más cercanas y más intimas. El ambiente familiar, el barrio, la ciudad etc pueden ser ingredientes delicados para gustos exigentes.

 

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